martes, 12 de julio de 2016

Transformaciones sociales y nuevas formas políticas.

Transformaciones sociales y nuevas formas políticas.


EL ESPACIO PÚBLICO MÁS ALLÁ DEL COMO AMBIENTE GENERADOR DE LA RENOVACIÓN DE LA ESTRUCTURA SOCIAL Y ACTUALIZACIÓN DEMOCRÁTICA

INTRODUCCIÓN


 La democracia moderna y por consiguiente la contemporánea son frutos de las revoluciones y transformaciones sociales emanadas e la pasión de las multitudes impulsadas por las razones de unos pocos que hicieron ver al ciudadano común los derechos que poseían como tales. Por ello en este ensayo estudiaremos las implicaciones que las transformaciones sociales y nuevas formas políticas han tenido en torno a la noción de espacio público como medio generador de cambio social y de nuevas formas de percibir y practicar la democracia. Así la noción de transformación social tiene una relación directa con el espacio público y de opinión como entorno donde las interacciones políticas toman formas y se van convirtiendo poco a poco en engranes de cambio político en torno a la democracia. En el presente ensayo tomaremos como referencia el texto de Edgardo García sobre espacio público y el cambio social, desde esta perspectiva analizaremos como la dimensión gremial y comunicacional de la sociedad se convierte en medio generador de ideas, sentimientos y valores comunes que permiten la construcción de nuevas formas de comunidades. García se apoya en el pensamiento del Tocqueville que ve en la democracia una revolución contrapuesta a la aristocracia cuyas raíces se alimentan del espacio público, del entorno donde todas las voluntades confluyen. Como textos secundarios tomaremos la teoría de Arendt del texto titulado ¿Qué es la política?, de esta perspectiva teórico política nos centraremos en la política como una construcción de las personas, en este caso, de los ciudadanos; desde su perspectiva de la política como un artificio humano no natural a su condición nos referiremos a cómo el ciudadano en libre asociación con sus pares puede propiciar la construcción de unas nuevas formas de hacer política y de construir al Estado. Por último tomaremos como tercera referencia el texto de Gabriel Cohn sobre Tocqueville y la pasión bien comprendida, desde esta perspectiva podremos comprender cómo la democracia es una construcción humana irreversible que se asienta sobre los intereses políticos comunes entre ciudadanos. Desde estas tres perspectivas teorico-politicas hacemos afirmamos que la democracia se actualiza y se expande de forma universal para que todos los ciudadanos asociados en grupos y gremios con intereses comunes puedan vivir de manera plena en ella mediante el reconocimiento legal y respeto social de sus derechos emanados de sus condiciones humanas. A través de este ensayo llegamos a las siguientes conclusiones (resumen de las conclusiones)


Para la construcción de este ensayo comenzaremos cimentando la construcción teórica política sobre la tesis de que las transformaciones y los cambios sociales, desde la ciudadanía, son las que van definiendo el entorno político, legal y cultural de una nación, no la iniciativa de una minoría, no se puede pensar que las generaciones futuras con sus propias experiencias sigan en la práctica de la ley de generaciones de siglos anteriores (Kant, I. ¿Qué es la ilustración?), ellos necesitan elaborar su propia vida política. Así el espacio público se convierte en el espacio garante de las posibilidades de cambios y transformaciones socio-políticas que vallan generando un ambiente de diversidad. La importancia del espacio público en el entorno de lo político es primordial para la existencia de una democracia real que sea consecuente en lo formal y viceversa. Para el asentamiento y defensa de esta tesis tendremos presente la crítica de García (2000) sobre espacio público y cambio social, pensar desde Tocqueville, donde este último encontrará en la democracia ciertos vicios de la vida pública en manos del poder político absoluto que pueden tergiversar el espacio de lo público. El espacio público en primer debe ser definido más allá de un espacio físico y temporal, es entendido desde esta perspectiva como ambiente público, la realidad donde todas las opiniones confluyen y se debaten desde la libertad de la libre expresión de las ideas y los pensamientos en torno a lo político.


Entonces podremos así extender la noción de espacio  público desde el ágora como lugar de encuentro hasta los nuevos espacios públicos donde los ciudadanos jóvenes y adultos interactúan a diario, es decir desde los medios de comunicación y actualmente, no previsto por García, las redes sociales o redes interactivas. Es así como el espacio público se transforma al ritmo que lo hace la sociedad y los medios de comunicación se van adecuando a ello; con esto quiero afirmar en primer lugar que los medios se van adecuando a las condiciones sociales y van siendo reflejo de su diversidad, por ello hoy día es necesario hablar de la diversidad de los medios y de cómo la sociedad y las culturas los reconfiguran, pero por el otro lado es necesario no perder de vistas los riesgos que conllevan los medios públicos bajo el control de los poderes políticos absolutos y hegemonizantes, bajo el control y censura del poder político-económico o de los grupos de la clase dirigente como comúnmente se conocen en Colombia, la opinión es uno de los dos poderes centrales de los que goza la mayoría para ejercer su omnipotencia y facilitar lo que el autor define como “vicios democráticos”: inestabilidad legislativa y administrativa (García, 2000, pág. 438), y en Colombia fácilmente podemos observar cómo los medios de comunicación toman diferentes posiciones frente al gobierno, unos en contra y otros a favor y en defensa de “la institucionalidad” entre comillas; esta parcialización se da en una medida fuerte en los espacios de la Televisión y la Radio principalmente, parece ser que las redes sociales conformadas por personas representa un espacio más amplio para la diversidad, lejos de estar orientadas a la generación de una opinión o del convencimiento del otro, las redes alternativas de interconexión entre ciudadanos representan un lugar activo-participativo más abierto y con menos formas de incidencias externas en la manera de pensar.


Se puede deducir de lo anterior que las luchas proletarias se han transformado hoy en día en luchas sociales y ciudadanas, luchas por los derechos civiles de las minorías y las micro-minorías que habían sido encubiertas por décadas no sólo por el absolutismo político y moral, sino por los clasismos conservaduristas de las buenas costumbres de la nación; hoy se habla de ciudadano como término incluyente y universal. Así los ciudadanos desde los espacios públicos abiertos tienen la posibilidad de exponer sus ideas y crear idearios comunes que respondan a los intereses públicos de la comunidad, así como se dan los acuerdos, se dan los desacuerdos, la creencia en la libre confrontación de opiniones como mecanismo de acceso a la verdad se asienta en el concepto de opinión como expresión racional cognitiva, resultado de un razonamiento crítico” (García, 2000, pág. 434), en el reconocimiento de la sociedad como compuestas por sujetos racionales, libres y en derecho, la confrontación de las ideas y los pensamientos políticos es la expresión clara de la democracia en constante construcción y evolución, no reducida sólo a los acuerdos que en ocasiones imponen la mayoría siendo excluyentes con las minorías, sino desde la libre manifestación de las ideas y decisiones sobre opciones políticas que cada minoría escoge, yuxtaponiéndose así al acuerdo la noción de coexistencia en la diversidad, el nacimiento de un espacio público en todo el sentido del término, establecidos desde todas las perspectivas existentes en la nación, así pues que se transforma en “el espacio de una legitimación alternativa respecto a la del Estado absolutista, (…)en orden a la preservación de la libertad y la construcción del cambio político y social” (ibíd.)


Arendt (1997, ¿Qué es la política?) introduce en el discurso de la teorización de lo político y sus surgimiento dos ideas fundamentales en dicho proceso, por un lado encontramos “la política como espacio de relación” (pág. 15), lo político entonces nace en un espacio de relaciones libres en las cuales las personas como entes racionales construyen un espacio común en la libertad, un espacio en el que todos desde las diferencias contribuyen a ampliar el horizonte de micro relatos posibles en igual medida que la diversidad cultural, social e intelectual permita. El espacio de relación no se reduce al espacio del proletario, entendido a este como la clase trabajadora, puesto que en la jornada laboral el hombre difícilmente podrá descuidar su labor para pensar en lo político. El pensamiento de lo político, que en gran medida está relacionado a su condición laboral y social, se hace evidente en lo relacional. Es por ello que el pensamiento político requiere de un espacio de libre opinión y pensamiento que fluya con el cambio de los tiempos y de las formas de construir los valores que representan y reproducen una sociedad. Entonces siendo el espacio público el ámbito adecuado para la construcción de lo político como artificio humano, no natural, requiere de total libertad y no censura negativa o positiva. Desde esta perspectiva la labor y el trabajo no son los agentes productores de la política, sino que es producto mismo de la construcción de una actividad política diversa. Lo público no puede tener restricciones, así como este es su criterio validador y oportunidad es su riesgo, el cual se debe asumir como consecuencia misma de lo público. En la esfera del espacio público es donde convergen todas las posiciones frente a la realidad, y en ella misma habrán choques entre formas distintas de pensar; entonces la idea a priori sería descalificar una en cuidado de la otra, pero con ello ya estamos en ejercicio de censura, por tanto es por parte de las personas racionales y adultas que se debe construir la coexistencia con los otros políticos en las diferencias. Así el espacio público construido por las personas mismas, diferenciado del espacio construido por el Estado, contiene la libertad del inicio de la incertidumbre política, sin un fin claro al principio pero que poco a poco como acción reciproca alcanza un fin común universalmente abierto para todos, hecho que se logra mediante la comunicación, “la acción, sin embargo, sólo es política si va acompañada de la palabra (lexis), del discurso (…) siempre percibimos el mundo desde la distinta posición que ocupamos en él, sólo podemos experimentarlo como mundo común en el habla” (Arendt, 1997, pág. 18).


El espacio público se configura hoy como la generación conjunta de una cultura de la diversidad como nuevo paradigma democrático, es decir que ante la cultura nacional querida y propuesta desde el Estado como identidad nacional oficial se conforman nuevos espacios de opinión y expresión del propio punto de vista político que se contraponen a esta homogenización estatal, que tiene dos caminos en contra corriente, por un lado se establece un control de las formas sociales aceptables y por el otro se da uniformidad a la sociedad quedando extinta la forma del ciudadano destacado que representa su comunidad, así pues hay riesgos como también hay oportunidades en este ámbito. “La uniformidad de los ciudadanos conduce a la inexistencia de notables, personalidades o autoridades fuera de lo común […aristócratas para Tocqueville] que puedan establecer lo que hoy denominaríamos “corrientes de opinión” (García, 2000, pág. 438), la uniformidad entonces desde el un plano comunicacional significa que todos deben hablar en el mismo lenguaje y en la misma sintonía. Por ello los medios de comunicación se convierten en los focos desde donde se propone la hegemonización cultural de la nación mediante la propuesta de un modelo de identidad favorable al Estado, dejando poco espacio para que los ciudadanos desde sus diferentes perspectivas interpretativas de la realidad construyan sus propias identidades y su microrelatos auto-constituyentes. Las corrientes de opinión por su lado se van constituyendo en focos de hegemonía donde la colectividad se encarna en lo informe y unánime, y es fundamentalmente donde las corrientes de opinión o los llamados medios de comunicación hacen de esta un producto mercantil más ofertado a la canasta familiar. Entonces la opinión se disfraza como pública desde el ámbito de la oferta de la misma como producto de consumo, y consumiéndola el ciudadano cree que participa de lo público, sin darse cuenta que su faceta en dicho fenómeno es simplemente legitimador de lo ofertado, en consecuencia nos encontramos en un entorno de simulacro de participación ciudadana que encubre las principales determinaciones de lo público mediante el poder político. Entonces los medios de comunicación no pueden entenderse ya al espacio limitado de la Televisión y la radio, sino en las múltiples dimensiones que adquiere hoy más allá de los espacios físicos, pasando a ser un ambiente de interconexiones que van construyendo redes de reflexión, acción y reacción frente a las estructuraciones políticas estatales. Así pues en el pensamiento de Tocqueville interpretado por García (2000) el espacio público es posibilidad de generación de cambios de las condiciones sociales de los ciudadanos que hacen parte de la democracia y quienes son los que la construyen, el concepto de Opinión pública desde Tocqueville, “si bien está asociado a la acepción en términos de moral y costumbres, también extiende su esfera de influencia al campo político en la medida en que el gobierno también debe responder ante dicho tribunal” (pág. 436), sin embargo la recurrencia a la moral y las costumbres está lejos de poder convertirse en clausula pétrea ya que las mismas son dimensiones culturales que se van transformando desde la misma puesta en común de las diferentes subjetividades generando nuevas formas de ver e interpretar la realidad social y política. Queda claro hasta este punto, la oportunidad que el espacio público representa para la opinión pública y para el nacimiento de pensamientos que permitan la elaboración de ideas para el cambio social, un cambio social que se representa en una búsqueda de una democracia más universal y asequible para todas las minorías posibles y fracciones que componen nuestras sociedades y culturas micro-localizadas. Uno de los obstáculos que se encuentran para que la persona no participe del espacio público es la no educación en lo público, y el cual se entiende como un obstáculo al libre pensamiento, el no pensar se configura como nueva actitud pasiva, además de las identificadas por García en Tocqueville (pág. 439) y el asentimiento o reproducción de ideas ajenas o impuestas desde fuera como verdad, es necesario considerar precisamente en Colombia la las falencias en cuanto a la formación ciudadana en la escuela se refiere.


La no formación ciudadana, fuera del interés individual de formarse, se convierte en un denominador común que lleva a los ciudadanos a desconectarse de la realidad inmanente y asumir lo presentado en la televisión y la radio como la única realidad existentes cuyos límites están demarcados por los intereses económicos de los propietarios de los medios y de los lazos políticos que estos tengan dentro del sistema político dominante. Entonces en palabras de nuestro autor, nos encontramos frente a una espiral de silencio, que consiste es callar la opinión del otro si no está en sintonía con la opinión oficial, generando así mediante la seducción del discurso de que todo está bien, que avanzamos con prosperidad, la actitud acrítica ante tales discursos del poder político. La pereza para reflexionar sobre las implicaciones verdaderas de los discursos y aceptar lo que la mayoría aprueba como verdadero, el dejarse llevar por la opinión generalizada y  los discursos de los medios de comunicación, conducen a la pasividad política, el bienestar individual, que encierra un peligro para la democracia. Así como el espacio de la opinión pública puede ser un camino para la homogenización estatal, también puede ser un importante generador de cambios, siempre y cuando todas las ideas minoritarias sean tomadas en cuenta. Ello significa ponerse en pie frente a la clásico y aceptado discurso de que la verdad se encuentra en la mayoría y que a esta última la minoría debe acogerse sin derecho al disentimiento (lo cual es un auto-marginarse), así pues los cambios no pueden estar orientados a la imposición de la voluntad de una minoría a otra o de la mayoría a las minorías, sino de ampliar más el espectro de la democracia con el fin de que el ambiente para la inclusión de adapte a la diversidad, mediante una revolución ciudadana que busque reencontrar su lugar como autora del Estado y el Poder Político, y no viceversa, con lo cual nos encontramos ante un paradigmático tránsito y camino irreversible de la democracia (Cohn, 2000); es decir que los mismos cambios sociales surgidos desde el espacio de público, de lo incontrolado, desde los espacios donde la sociedad de control no puede acceder, son producto mismos de la acción democrática de los ciudadanos que la van construyendo según su condición espacio-temporal.


En la interpretación que Cohn (2000) hace de Tocqueville, entiende la democracia como un espacio público en constante transformación social que se refleja en lo político. La condición de la democracia en Tocqueville es comprendida como un ambiente volátil y en constante renovación; la condición política así entendida se transformaría en la democracia irrevocable en donde todas las particularidades y minorías salen a flote no permitiendo un retorno a la aristocracia tradicional, por ello desde la perspectiva y propuesta de Tocqueville la democracia es fruto de la pasión convulsionada que condujo a los cambios sociales, al movimiento transicional de la multitud; desde esta experiencia  “la reflexión lo conduce a pensar la transición en su sentido más radical: el de la revolución, para usar su propio lenguaje” (Ibíd., pág. 249). Así la democracia entonces es fruto de la revolución, una revolución que nace de las experiencias sociales, no de los grupos armados, una revolución que nace de las pobres condiciones de vida de los pobladores súbditos que buscaron convertir en una clase distinta de ciudadanos, no de militares. Es pues una revolución ciudadana que no tiene más armas que sus herramientas de trabajo frente a un poder político absoluto que se legitima por la fuerza. El cambio social entonces conduce a un cambio político que se refleja en la reestructuración del Estado y en la recuperación del poder del ciudadano en cuya voluntad está la determinación de conformar una nueva ley, una nueva moral y unas nuevas costumbres. Pero esta transformación social se da precisamente desde las calles, desde la plaza, desde los lugares donde los ciudadanos interactúan; hoy en día se suelen convocar grandes manifestaciones a través de entornos virtuales que terminan en el encuentro físico.


En la retórica escrita de Tocqueville “el argumento de fondo se refiere al carácter irreversible de la democracia y no a su condición providencial” (Ibíd., pág. 250), de ahí que la concepción de la democracia es netamente humano y que se asienta sobre el encuentro de las razones representadas en cada ciudadano y que ante la interrupción de la línea democrática mediante la imposición del totalitarismo autoritario del Estado, la pasión humana surge como revolución convulsionada. Las transformaciones sociales deben repercutir en las instituciones políticas, no es sostenible un cambio social o de modelo político si solo se piensa en cambiar las instituciones, “es hacia la forma de la sociedad que se debe volver la mirada, y no sólo hacia las instituciones políticas (Ibíd., pág. 252), ya que los sujetos de la sociedad son los que construyen las interacciones políticas entre pares, y el Estado y la Política deben ser reflejo de esa sociedad, por tanto las transformaciones sociales pretendidas por los ciudadanos activos en el espacio público deben ser aplicados a sí mismos. La transformación del sujeto propicia la transformación social, y esta a su vez la transformación política que sostiene la misma. Si el cambio social nace de la sociedad misma en el espacio de lo público, es necesario recalcar que la libertad está asociada a al espacio público, es decir que el cambio social deviene del compromiso del ciudadano que expresa su libertad en la voluntad asociada y consensuada con sus pares en la sociedad. La política no se construye a través del voto, se construye con las acciones de los ciudadanos, con la identidad ciudadana. Lo político no se reduce a las urnas, lo político se construye desde el yo, el nosotros y ellos.


Las nuevas formas políticas surgen entonces de las reacomodaciones que la sociedad hace de sus valores públicos, de sus implicaciones y nuevas formas de ver e interpretar la historia. Una de las nuevas formas de hacer política, que está arraigada a la concepción de Arendt (1997) sobre los orígenes de la política, es en la participación ciudadana más allá de los mecanismos que el Estado ofrece en manera limitada. Una de las formas en que se da dicha dinámica es a través de la opinión pública, la cual juega un papel importante en contraposición a las maquinarias políticas controladas desde las instituciones del poder político de las elites gobernantes. Con el devenir del tiempo, las transformaciones irreversibles observadas por Tocqueville se han visto amenazadas por la burocratización de la política, la mecanización de los procesos democráticos, estas dos nuevas formas estatales de manejar la política han relegado al ciudadano a la periferia del elector. Para los Estados actuales, controlados por las élites dirigentes, la función del ciudadano queda relegada a la antigua concepción de la aristocracia. Así el ciudadano común se abocado a buscar en la opinión pública, la generada de las interacciones de los mismos y las despertadas desde los medios de comunicación. Por medio de la explotación de este nuevo espacio político construido de la voluntad de sus sujetos asociados surgen nuevas formas de participar de la democracia no solamente mediante el derecho del ejercicio electoral sino también en la construcción de nuevos espacios públicos que generan nuevas formas de acción política. Parece ser que la figura clásica del Caudillo entra cada día en decadencia, siendo la vox populi la fuente determinadora de las nuevas transformaciones sociales.


Ahora bien, aunque estas transformaciones se suelen dar con grandes y abruptos estallidos sociales; los ciudadanos actuales comienzan en la búsqueda de nuevos espacios públicos construidos por ellos mismos para exponer y compartir sus ideas, creando redes de apoyo, grupos focales, movimientos sociales que por medio de la conformación de grupos de opinión política buscan ser incluidos en la esfera de la democracia, tal es el caso del movimiento LGBTI, los movimientos sociales de comunidades desplazadas por la violencia, los movimientos culturales ancestrales indígenas, la unión de las mujeres en la búsqueda del respeto de sus derechos como ciudadanas. Así las nuevas formas de hacer políticas nacen del sujeto, pero no del sujeto aislado e individual, sino la del sujeto social que construye redes de apoyo con otros que hayan padecido los mismos problemas que él, y que tengas pensamientos políticos similares. Así pues estamos frente a la creación de las micropolíticas, los micropartidos, los microrelatos sociopolíticos y culturales, que buscan ser incluido en la gran amalgama de diversidad política, social y cultural que es la democracia. Pero ya no es la lucha contra la aristocracia sino la lucha por diversificar la democracia como un espacio construido desde los ciudadanos de manera reflexiva y activa lejos de los dogmatismos tradicionales sobrevivientes a la caída de la aristocracia.


CONCLUSIONES


La democracia no es un elemento acabado, permanece en constante universalización y transformación. Aunque su nacimiento haya sido convulsionado de un paso abrupto de la aristocracia monárquica a las instituciones democráticas que dependían de las decisiones populares, no se puede decir que la democracia es un modelo político rígido y pétreo. La democracia sin embargo no puede ser irreversibles, o que las libertades civiles conquistadas en la misma deben ser suprimidas, ello representa una vuelta hacia atrás. La democracia es evolutiva y universal, en ella deben de converger todas las formas actuales de sociedades, todos los grupos sociales tienen el mismo derecho de ser incluidos en la práctica democrática. Esta universalidad de la democracia, aunque riesgosa y compleja, es necesaria pues es garantía de la superación de los absolutismos de estado; por ello la democracia se transforma y adquiere más universalidad gracias a la acción política de los nuevos movimientos políticos minoritarios.


La democracia se actualiza mediante las transformaciones sociales. Son las acciones de los movimientos socio-culturales politizados que ante la brecha de la exclusión social empujan la puerta constitucional con el fin de hacer lucha y fuerza a la ley por el reconocimiento de sus derechos, ya sea su condición social, económica, sexual-reproductiva, de edad (niñez, adolescencia, adultez y vejes). Por este motivo las transformaciones sociales deben reflejarse en el modelo democrático, ya que es la ciudadanía que hace posible la existencia de un Estado. Las transformaciones sociales a partir de las nuevas formas políticas, tienen el carácter de partir de lo micro-social, de lo micro-cultural, los grandes relatos y discursos políticos fueron superado, sin embargo pretenden seguir en vigencia a través del uso de los medios de comunicación como herramienta de convencimiento social; ante lo micro-político el estado ejecuta la maquinaria política, con el fin de usar la democracia como medio en torno a los intereses de unos pocos.


Los cambios sociales surgen a través de las voluntades ciudadanas emanadas de la población civil. La naturaleza de la democracia es civil, ya que el uso de la fuerza en una democracia, aunque parezca utópico, no debería ser necesario porque en la misma pueden subsistir todas las posiciones ideológicas bajo el respeto del otro y de los bienes ajenos, el respeto de los derechos individuales no sólo se debe dar sólo desde el Estado y sus instituciones sino también entre los ciudadanos recíprocamente. La transformación o las propuestas de cambio desde una perspectiva político-militar son fuente de riesgo para la democracia misma, ya que estas no responden a un interés social, civil o ciudadano, sino que propenden a favorecer facciones políticas encaminadas a la imposición de su interpretación social política a las demás minorías, las nuevas transformaciones democráticas son incompatible con el uso de las armas y son las armas mismas esgrimidas por el Estado que impiden las mismas. Todos los ciudadanos merecen que sus derechos sean reconocidos de manera oficial, es decir que la constitución debe ser el libro universal de la nación, donde todos coexistan.



BIBLIOGRAFÍA




Arendt, H. (1997). ¿Qué es política? (R. S. Carbó, Trad.) Barcelona: Paidos. Obtenido de https://elartedepreguntar.files.wordpress.com/2009/06/arendt-hannah-que-es-la-politica1.pdf


Cohn, G. (2000). Tocqueville y la pasión bien comprendida. En A. Boron, La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx (págs. 247-267). Buenos Aires: CLACSO. Obtenido de http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/se/20100609022728/10cap9.pdf


García, E. (2000). Espacio público y cambio social- Pensar desde Tocqueville. En A. Boron, La filosofía política Moderna: de Hobbes a Marx (págs. 433-447). Buenos Aires: CLACSO. Obtenido de https://es.scribd.com/doc/285604469/Boron-Atilio-La-filosofia-politica-moderna-De-Hobbes-a-Marx-pdf


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