jueves, 5 de noviembre de 2015

LA TAN CUESTIONADA Y PROBLEMATICA ESTETICA - [EXPERIENCIA PERSONAL]


 
ALEXIS ROJAS DONADO 

FRUTO DEL ESCRITO PRESENTADO EN MI ESTUDIO ACADÉMICO


27 DE SEPTIEMBRE DE 2015

PRODUCCIÓN PROPIA - (DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS) 


LO ESTÉTICO 

INTRODUCCIÓN


La estética ha sido una rama de la filosofía de la cual se ha escrito mucho, aunque esta propiamente tiene una línea muy delgada de estudio ya que su estudio es complicado desde los aspectos que la misma rama presenta en su uso. En este trabajo comenzaremos por tratar de dilucidar que es propiamente la estética y cuáles son sus fines, para lo cual nos fundamentaremos desde el cuestionamiento de cómo es que se da la estética como actitud y como experiencia. Establecemos unos esquemas de lo que es y de lo que no es la estética. El primer problema que tratamos es el de la estética como un proceso de auto manifestación en el cual reconocemos que la misma no se trata sólo del uso de un proceso de técnicas sino que por el contrario es una experiencia en la cual los sentidos y la razón se entrecruzan con la existencia para poder llegar a recibir la información de los objetos estéticos. En segundo lugar estudiaremos la relación que existe entre hombre, naturaleza y cultura, y a partir de esta triada estableceremos un discurso en el cual llegaremos a ver cómo el hombre es origen y fin de la experiencia estética, que la misma naturaleza está inserta en la experiencia estética en cuanto puede ser transformada por el hombre y ser convertida con esta en objeto estético. Así mismo descubriremos en la cultura un espacio importante donde se generan los objetos estéticos y donde la actitud estética adquiere un carácter de búsqueda de identidad y sentido y cómo las expresiones de la misma cultura pueden llegar a conformar objetos estéticos.


En el cuarto punto trabajaremos la representatividad como una cualidad esencial de la estética, puesto que desde esta el hombre puede hacer espejos de la realidad a través de su corporeidad y de otros medios que puede usar con el fin de captar y retransmitir un mensaje a través de los objetos estéticos. Pero la representatividad no va sola, a ella también se suma la cualidad del expresionismo por medio del cual los objetos estéticos adquieren una existencia tridimensional que a través del movimiento, del color y del sonido expresan los sentires de una cultura o de la existencia de una persona, con lo cual podremos observar la experiencia estética no se encuentra solo vinculada al arte como expresión pictórica sino como toda expresión artificial y alegórica que remita a una realidad ulterior. Por último trataré el expresionismo como una forma de construir objetos estéticos dinámicos que se relacionan intrínsecamente con mi vida personal desde las proyecciones que mayor impacto causaron en mi interpretación de lo estético, siendo la parte cultural y religiosa los elementos fundamentales de mi ensayo personal, puesto que mi experiencia propia ha estado muy relacionada con el arte sagrado que desde muy joven apreciaba en el templo y cómo este mismo se me muestra como un medio de conexión con la dimensión de lo infinitamente descubrible.  En esta última parte descubro a través de mi reflexión que las palabras claves que nacen desde mi experiencia en relación con el texto son auto-manifestación de lo estético, expresionismo y representatividad.



1. Auto manifestación de lo estético, manifestación del color


La estética es sin duda una experiencia sobrecogedora, el dejarse sobrecoger por el objeto estético es lo que posibilita dicha experiencia. Como la actitud estética es contrapuesta a todo intento práctico o técnico por reconocer el mundo, podemos inferir pues que la experiencia estética es paralelamente comparable a la experiencia religiosa, en la estética el objeto estético se auto-manifiesta, para que lo estético sea puro y no tenga otra intensión que la misma experiencia estética es necesario dejarse abarcar por el objeto estético, ya que la aprehensión del objeto estético significaría amoldarlo a la mentalidad del observador, lo cual implicaría que el objeto quede sujeto a las pretensiones de quien observa, por tanto en la experiencia estética es la mente del observador y sus sentidos que deben amoldarse al objeto estético. Es en este punto de la auto-manifestación del objeto estético que podemos evidenciar su autenticidad y poder diferenciarlas de otras corrientes afines tales como la crítica del arte, los juicios estéticos y valoración de lo bello. Sin embargo, esto no quiere decir que aquel que se acerca a una obra de arte para contemplarla y analizar sus trazos y armonías de color, no significa que no pueda tener una experiencia estética, pienso pues que para poder llegar hasta la aproximación a la obra tuvo que haber vivido en primer lugar una experiencia estética en cuyo esclarecimiento se ha sentido sobrecogido por la obra, lo cual le ha debido producir el interés de saber el por-qué de esta atracción experiencial. Con ello trato de decir que la experiencia estética es producida mucho antes de que suceda cualquier intento técnico de comprender la obra. Pienso que la experiencia estética nos lleva a conocer el espíritu de cada obra artística, y de cualquier objeto estético.


Una de las grandes interrogantes que surgen en torno a la discusión sobre lo estético, es la problemática frente a la concepción popular y tradicional de equiparar lo estético con lo bello. Se tiende en la cultura occidental a llamar estético a aquello que se considera bello, en nuestro entorno cultural a aquello que es bonito o hermoso. Sin embargo se puede pensar con razones de peso que lo bello al ser una percepción o sensación o deja de ser subjetivo. Por estas mismas razones se ha llegado a elaborar marcos y/o estándares de belleza que se imponen en la sociedad como algo generalmente aceptable y se les ha agregado la “etiqueta” de “estético” por cumplir los estándares establecidos sobre lo bello.  Por ello tomamos en primer lugar, distancia de esa concepción popular sobre lo estético, no se trata de un conjunto de criterios que definen lo que es bello; en segundo lugar asumimos como estética la experiencia sobrecogedora del objeto estético sobre quien observa. La consideración de lo bello o no bello es una concepción susceptible de subjetividad, no quiere decir esto que lo bello no exista, sin embargo lo que se considera bello por uno puede no serlo para otro, es allí donde radica el problema fundamental. La experiencia estética se puede concebir como la capacidad del disfrute mismo de la contemplación del objeto estético, sin más fin que el objeto estético, esta es una experiencia desinteresada, por tal motivo nos lleva a deducir que no nace meramente de la voluntad del observador sino también de la fuerza del objeto estético y lo que este despierta dentro de quien observa y se deja cubrir por este. Está claro que la experiencia estética no es una metodología sistemática de acercamiento al arte, sino que es la que antecede todo intento por comprender e interpretar un objeto estético. Aquí podríamos deducir que el objeto estético tiene un poder estimulante sobre quien observa y al mismo tiempo el observador es susceptible a dicho poder. Por ello el objeto estético me sobrecoge en su auto-manifestación, armonizando todas sensaciones percibidas por mis sentidos.


La estética como técnica o saber debería ser descriptiva y analítica, antes que prescriptiva, puesto que su función es la reflexión sobre la manifestación artística del hombre y la naturaleza. Así como la ética se centra en la reflexión sobre el quehacer del hombre sin llegar a prescribir que es bueno o malo (campo que compete a la moral), la estética como saber no podría prescribir que es bello o feo, puesto que su fundamento es la experiencia estética que va mucho más allá del análisis cognoscitivo. La delimitación de la estética comprende muchas dificultades, entre ellas esta que al provenir de la conceptualización griega referente a las sensaciones percibidas por los sentidos, se discute sobre que sentidos deben ser excluidos de ella, es por ello que las sensaciones visuales y auditivas han sido sobre valoradas a las sensaciones del olfato y gusto, por el hecho de que estas últimas están relacionadas a las necesidades del cuerpo humano. Esta delimitación comprende a la parte práctica de la estética y no tanto en su parte fundamental y conceptual, ya que la estética al hablar sobre armonía de los componentes de un objeto puede abarcar dimensiones humanas  universales representadas por medio del arte. Nos preguntamos entonces sobre los criterios que deberían ser tomados en cuenta sobre la experiencia estética, más que actitud, la estética se enmarca en una experiencia. Una de los criterios que se han propuestos ha sido el distanciamiento del objeto estético, esto quiere decir un total desinterés personal del observador frente al objeto estético, se trataría de no dejarse afectar emocionalmente por el objeto estético. Sin embargo un acercamiento desinteresado al objeto representaría un toma de posición frente a lo estético, la toma de distanciamiento tendría ya un fin, el tratar de ver lo estético desde lo objetivo.


La experiencia estética conlleva en si misa la actitud estética. Puesto que la actitud estética se puede entender como un abordaje del objeto estético sin que haya un interés más que por el de acercarse. La experiencia estética se presenta en el momento en que el observador queda absorto en la contemplación del objeto estético, en esta experiencia no hay interés alguno, puesto que el evento fenoménico se presenta de forma imprevista y espontánea.  Por ello las relaciones que emanan del contacto con objeto estético hacen que todo intento de tomar distancia sea infructuoso puesto que no se llegaría a una real y total comprensión del fenómeno presentado. Tomar distancia objetiva en la estética se traduce en términos más amplios en tratar de dotar a la estética de una metodología positivista cuyos objetos son caracterizados y cuantificables y meramente descriptibles. Sin embargo tanto en la actitud estética como en la experiencia estética hay una resonancia interna de lo externo, la obra de arte resuena en el observador, la armonía de sus colores estimula los sentidos del observador los cuales constituyen el único instrumento del acercamiento estético. Tomar distancia del objeto estético implica crear instrumentos objetivos de medición de la obra. Uno de los principales objetos estéticos que podemos encontrar cotidianamente y que hacen parte de toda obra de arte, en caso más específico es el color. El color es el follaje de la vida, el color no sólo está presente de forma natural en la realidad sino que se convierte en signo de las mismas estaciones de la naturaleza. El color es uno de los mayores estimulantes de los sentidos. De hecho el color hace parte de las experiencias mismas de las culturas, es así como el carnaval es representado con colores creando un arcoíris humano, así el nacimiento o eventos como el bautismo conllevan el color blanco como signo de pureza, y la muerte conlleva el uso del color negro como muestra de dolor y luto por la muerte. La actitud estética frente a estas manifestaciones fenoménicas de una forma u otra está orientada a desvelar lo que hay detrás de cada color, puesto que los objetos estéticos se encuentran revestidos de humanidad.


2. Hombre, cultura y naturaleza


Evidentemente el Hombre es el sujeto del arte, es su productor y es su observador. Por ello la actitud estética, en cuanto experiencia de encuentro con él mismo, también se convierte en medio de lectura del hombre mismo, es decir que el hombre mismo se convierte en objeto estético. Esa circularidad que presenta la actitud estética es semejante a la circularidad hermenéutica de la que hablaba Heidegger (1997) en la cual el hombre parte de sí mismo para la comprensión del mundo para luego retornar a sí mismo. De esta forma se puede inferir que la estética también cuenta con una circularidad ontológica donde el hombre es su inicio y al mismo tiempo su fin, es demostrable en cuanto que en la obra de arte se encuentra también impresa la huella existencial de su artista. “En efecto, entre la obra y quien en cada caso la contempla existe una simultaneidad absoluta que sigue siendo indiscutible a pesar de la creciente conciencia histórica” (Gadamer, 1996). Por tanto la actitud estética es asumida por el hombre y el objeto estético puede al mismo tiempo ser producción del arte como exteriorización del más profundo y trascendental existencial del hombre. Así los objetos estéticos no los encontramos únicamente como expresión del artista sino como expresión de las culturas mismas y ellos conllevan esa carga cultural que representa el ser y sentir de toda comunidad humana. Es importante esclarecer que la estética si bien no se pregunta en última instancia por el sentido de estos elementos de las representaciones culturales, si presta especial cuidado en la forma en cómo se relacionan, en cómo se forman los tejidos coloridos que expresan el sentimiento del artista que lleva en sí la carga de los cultural. En nuestra región caribe, en la Guajira propiamente existe una cultura nativa americana conocida como Wayuü que han sido capaz de expresar su cosmovisión del universo a través del tejido y del color, esta manifestación para Gadamer no sólo contiene el contenido histórico del artista sino también la presencia del espíritu de toda la realidad que rodea al artista, y la que esta misma despierte en la existencia del observador. Así pues podemos evidencia la estrecha relación que existe entre estética y hermenéutica. Habría lugar a hacerse la misma pregunta que el autor como cuestionamiento a aquellos que tratan de hacer de la actitud estética un metodología positiva del arte: “¿Ocurre realmente que una obra de arte, que procede de mundos vitales pretéritos o extraños y que es trasplantada a nuestro mundo formado históricamente, se convierte en mero objeto del disfrute estético-histórico y no dice ya nada de aquello que tuvo que decir originariamente?” (Gadamer, 1996, pág. 3).

Sin embargo lo anteriormente argumentado no quiere decir que otros objetos estéticos como los producidos por la naturaleza no puedan ser generadores de la experiencia estética, frente a ellos también se puede y se debe asumir una postura estética. La naturaleza representa una paradoja para el observador, y es el origen de su existencia. Surge la pregunta pues que nos remite al caos inicial y posteriormente a la armonía que se evidencia en cómo está constituida la naturaleza. La naturaleza esta siempre con nosotros, no la podemos sacar de nuestra realidad, dice el módulo. Pero en qué forma la naturaleza hace parte de la experiencia estética o se convierte en objeto de esta, incluso esta puede ser el motor generador de una gran obra de arte. En la naturaleza se puede encontrar armonía de colores, figuras y formas que a la vista nos parece agradable y placentero observar, en ella nos podemos deleitar con maravillosos sonido de aves en el aire y ballenas en el mar. La naturaleza encierra uno de los más trascendentes secretos a la estética y es el ejemplo más claro de cuando el objeto estético más que aprehensión del objeto se convierte en una experiencia sobrecogedora. Por ello la estética y la naturaleza están en consonancia, y a sí mismo el hombre y su cultura también está intrínsecamente relacionados con ella y fundados en ella, así la presencia de una lluvia para un pueblo puede verse representada en una pintura donde sean las flores las que llenen el paisaje, entretejiendo entre colorido y forma la relación del hombre con esta.


Uno de los factores que mayormente se pueden hacer presente en la obra de arte como en cualquier otra representación estética del hombre, es el contenido. Indudablemente el contenido es lo que da espíritu al objeto estético. El contenido es la manifestación de la voluntad de quien plasma todo lo que capta y comprende de la realidad. Este plasmar lo captado en el objeto estético es la transmisión de la visión del artista hacia la atención del observador, lo captado pues se convierte en experiencia de la naturaleza y el ambiente y es puesto en la obra como medio de comunicación abierta. Sin embargo entender o comprender el mensaje o la intensión del orden y la cantidad de contenidos en la obra es propio de una actitud hermenéutica del lenguaje, puesto que la obra de arte aquí trasciende una somera captura del espacio y tiempo en un lienzo u otro objeto, para transformarse en canal del expresionismo. El contenido constituye entonces, la dimensión interpretadora del artista respecto de su realidad, la misma se encuentra dotada de unión entre espacio y tiempo, asumiendo la obra una dimensión de historicidad que puede ser captada por el observador mediante la experiencia estética. Los componentes del contenido se entrelazan para formar un lenguaje expresivo que va más allá de lo lingüístico y se convierte por medio de la refracción de la luz o del sonido en un mensaje que sólo puede ser captado a través de la experiencia estética. No se pueden captar los contenidos de una obra sino es a través de la experiencia estética, puesto que estos no son representación de ideas sino de la forma como se experimenta y se siente el mundo. Entonces contenido y realidad son una misma cosa, pero transformada por la mirada interpretativa del artista, y reinterpretada por la mirada aguda del sujeto de la actitud estética. Es decir que no se puede hablar de un lenguaje monolítico en la obra de arte y en la estética en general, sino de múltiples formas de expresión del ser humano en su experiencia dentro de la naturaleza y la cultura donde se haya dado su desarrollo. El contenido pues da sentido a la obra, el contenido refleja la actitud del artista y refleja su intensión, si bien el contenido se entrelaza en la mente del artista su relación lógica resulta ser paradigmática pero abarcadora de la misma racionalidad. A través de la actitud estética se puede tener un encuentro sustancial con los contenidos de la obra de arte, en caso originario, los contenidos se muestran al observador como un conjunto de componentes lógicamente organizados y entrelazados unos con otros, pero sólo se puede acercar a su comprensión desde un punto de mirada existencial en el cual las afectividades del artistas se sobrepongan a las del observador. Esta es sin duda una tarea hermenéutica con relación a la comprensión existencial a través de la expresión. Es posible que el expresionismo sea el camino por medio del cual el sujeto exteriorice todas esas experiencias existenciales que le hayan marcado el espíritu, es posible pues poder juzgar conveniente el ponerse en los pies del autor o el artista con el fin de poder buscar comprender no sólo su obra, sino leer su alma a través de su expresión artística. Esto no quiere decir que se vaya en contra de la estética como actitud o como experiencia, sino que por medio de esta también se puede llegar a conseguir ciertos fines, más allá de la sola actitud estética por sí misma. Entonces aquí en esta intercomunicación experiencial artística, la estética se convierte en canal de comunicación y en lugar de encuentro entre la experiencia estética transmisora y la experiencia estética receptora. La estética no es sólo una actitud, esta es sin duda la casa donde habita la expresión sublime del ser humano, así como en Gadamer el lenguaje es la casa del ser, en la estética la expresión es la casa del espíritu humano. La estética analiza como último fin, no el arte en sí, sino la cualidad humana manifiestas en estas, entonces la actitud estética no es fría y objetiva, sino que es cálida como la palma de aquel que pinta, como los pies de aquel que danza, como la garganta de aquel que canta; el espíritu de la estética es humano, no es frio, el lienzo, la partitura, el mármol, sólo son medios que el hombre transforma para impregnarlos de su humanidad, para hacerlos semejantes a sí mismo.


Sin embargo en cuanto a teorías del conocimiento, debemos hacer la claridad de que, aunque hay una relación entre naturaleza y estética pudiendo ser la primera, objeto de la segunda, la estética no es natural, pues la estética se orienta fundamentalmente como quehacer humano, como actitud y experiencia vital, es precisamente en el carácter histórico del hombre. Es el hombre que crea los objetos estéticos fundamentales para que el mismo hombre sea quien los interprete y conozca. Aunque se es necesario reconocer que los componentes de la naturaleza se pueden hacer objeto de la actitud, sensible y cognoscente, de la estética, los principales objetos son los emanados de la historicidad del artista que plasma su existencia y su horizonte vital en la obra de arte. Es la voluntad libre del artista la que hace posible toda la dimensión estética; de hecho no podríamos hablar de estética sin artista y no podríamos hablar de artista sin hombre, es decir que no podremos hablar de estética si indudablemente no hacemos referencia al hombre, y el hombre con toda su historicidad, lenguaje, cultura y ambiente. Entonces hablar de actitud estética como, expresiva y receptiva, significa hablar de hombre libre, sin embargo un artista aunque el artista este privado de su libertad física, puede seguir produciendo siempre que tenga medios; entonces hablamos aquí de libertad no reducida a un mero aspecto físico, sino espiritual y por ende existencial, de forma precisa, ontológico. Esto quiere decir que la libertad entendida como un movimiento ontológico de la voluntad humana de crear se expresa a través de la obra de arte e incluso a través de la manifestación artística y artesanal de las culturas. La Estética pues nos resulta  aquí como un encuentro con la libertad ontológica de quien se expresa  con la de quien recibe  la obra. Es decir que el objeto estético, sea una pintura, una danza folclórica, una ópera, una sinfonía o ritmo musical, es una mediación autentica entre las libertades ontológicas de la humanidad. Entonces la Estética es el encuentro con la libertad ontológica del ser humano hecha expresión artística, pero esta no es una expresión pura, intervienen en ella factores culturales y personales que le dan mucho más contenido a su experiencia de libertad.


3. El expresionismo y la representatividad en la experiencia estítica.


Un par de palabras claves que me gustaría resaltar es, en primer lugar la de la expresión, característica esencial de la capacidad artística especial del ser humano en cuanto que por medio de este es capaz de ampliar sus canales de comunicación más allá del lenguaje verbal o escrito. La segunda palabra es la representación, como la capacidad psíquica de poder asignar valores y significados a códigos de lenguaje ya sea verbal, escrito o gráficos. Desde que nacemos estamos rodeados e impregnados con muestras de expresionismos y representaciones culturales determinadas que influyen en el desarrollo de la vida del hombre. Por ello la estética no está limitada a las expresiones artísticas expuestas en una sala de exposición, ni mucho menos catalogar únicamente a ello como arte. Pienso que el arte es toda expresión humana en la cual proyecta sus representaciones sociales y contextuales, lo cual nos puede llevar a inferir que la experiencia estética está orientada al descubrir la esencia misma del hombre en todo lo que este produce como expresión de sí mismo y representación de su ambiente contextual, teniendo en cuenta igualmente que la misma naturaleza también hace parte de esa representación puesto que el hombre siempre está en ligazón con la misma. El arte es así una representación ambiental que de forma artificial el hombre comunica a los otros en un lenguaje estético que sólo puede ser entendido en clave estética, esto quiere decir pues que no toda actitud es estética, puesto que se requiere de la intencionalidad de acercamiento a la obra de arte o a la expresión para poder llegar a ser abarcado con esta y así entrar en la misma sintonía de lenguaje que se transmite a través de la misma. Es decir que la expresión artística conlleva en sí mismo la cotidianidad del artista, se puede entender la obra pues como un marco representativo un momento existencial queda capturado en el tiempo, y cuya hermenéutica es tan variable como las tonalidades mismas de una paleta.


Ya que la cultura es la expresión de valores y creencias de una población determinada que ha venido siendo marcada por múltiples existencialidades que componen un todo universal, la estética también es de carácter universal, por tanto no se queda ubicada únicamente como un modo de acercarse al arte sino también como una modalidad de comprender el ser humano. Este acercamiento a la comprensión de lo humano constituye uno de los ámbitos donde la estética explora la expresión humana. La expresividad humana es el principal de comunicación de su humanidad con el mundo, la expresividad construye una conexión de su pasado histórico con su presente inmanente, proyectándose así hacia un futuro óntico. Quizás pareciera que con esta afirmación  dotáramos a la estética de una connotación metafísica, sin embargo toda expresión artística del sujeto o de la cultura tiene una estrecha relación con dejar plasmado lo pasado y proyectarlo al mismo tiempo hacia el futuro, si no qué sentido tendría llenar un lienzo de color que puede trascender en el tiempo mucho más que la vida de su propio creador, aquí podríamos pensar en obras de Davinci, por evocar un ejemplo universal. Deducimos pues que la estética no se reduce al estudio y apreciación de lo ornamental sino que es un modo sensible de comprender al ser humano buscando llegar a su entendimiento no de una forma universal como unidad óntica sino en sus particularidades determinadas por la naturaleza y el medio ambiente donde su espíritu y cosmovisión se desarrolló. Queda claro que entonces no se trata de una forma de epistemología del sujeto que trate de organizar en categorías las accidentalidades de su ser. Quizás la estética tenga mucho que ver con la hermenéutica por el hecho de que es una comprensión del ser humano a través del lenguaje artístico y expresionista, entendiendo pues el arte y toda expresión humana como un lenguaje de comunicación meta-lingüístico.


La representatividad es una de las principales actitudes que componen la experiencia estética, puedo afirmar que por medio de la representatividad el artista capta no sólo el aspecto fenoménico de una situación, sino que también abstrae y captura el componente substancial del mismo. Así pues quienes por medio de la danza de la Yonna (Danza autóctona de los Wayuü) representan sus valores y creencias, del mismo modo  expresan un componente esencial de su sentido de pertenencia, ligado al pasado, presente y futuro de la misma. El artista de una comunidad cultural aprecia el momento histórico donde se ubica y capta la información que el ambiente le da, este se deja sobrecoger de la auto manifestación de lo natural. Esta captación y posterior plasmación traspasa el cristal de la mente del artista, con lo cual no proyecta el objeto estético captado en sí sino que hace a través de su obra una representación del mismo, le dota de sus características implícitas y lo proyecta como un reflejo de la realidad a la cual se allega. Por eso manifestaciones artísticas que son representación de fenómenos naturales se convierten en reflejo de la valoración que el hombre y la cultura tienen acerca del noúmeno de eso que se representa. Ahora bien, la representatividad no es lo acción, sino que también se convierte en adjetivo característico de lo que el artista observa, capta y comunica. El objeto estético al estar dotado de representatividad se convierte en una imagen icónica de la naturaleza, del ambiente y lo representado. La representatividad de un objeto estético se hace patente en cuanto puede ser transmitido como armonía de color y formas, su contenido substancial actúa como telón de fondos para hacer que cada elemento encaje armónicamente en un lugar. Así en la pintura los colores se entrelazan armoniosamente con un entorno y a cuya presencia salta a la vista del observador, haciéndose notar por sí mismo. En cuanto a la danza, el teatro o la música, sus elementos también armónicos contienen una estructura ambiental que representa de forma artificial lo natura. La naturaleza está cargada de representatividad, al grado de que un ocaso sea metáfora para definir un estado de ánimo de una persona, o las estaciones sean representación del ciclo de la vida.


Existe frente a todo estas manifestaciones culturales de lo artístico, un gran peligro que actualmente amenaza la experiencia artística, hablamos aquí del peligro de la abrumación mediática de la imagen y el sonido. Esta es una tendencia presente hoy en día sobre todo en los medios de comunicación y propagandísticos. La imagen mediática cada día establece nuevos esquemas de interpretación de lo bello o lo feo, es decir que no hay una absoluta visión de lo que es bello y lo feo, sin embargo a la caída de esta meta visión lo estético hay que reconocer que por el contrario se establecen nuevos cánones de belleza y de fealdad que la sociedad recibe y reconoce como verdades ya que su repetición es constante, repetitiva y masiva. Una de las características de esta cuestión es la rapidez con la que se dan las transiciones de lo bello a lo feo, como un estándar masivamente aceptado. La ligereza con que los cambios se dan, impide al observador detenerse y analizar la imagen desde un aspecto crítico hermenéutico, sino que sólo debe tomar el mensaje y desechar la imagen rápidamente. Esta inmediatez lleva al observador a no detenerse y profundizar en nada, la experiencia artística queda entonces anulada por la inmediatez de lo banal; este no detenerse indica pues la alienación del observador como interpretante estético y vela de superficialidad la profundidad del objeto estético el cual queda reducido a un mero medio de comunicación visual. La no profundización es una muestra clara de cómo de igual forma la reflexión es alienada, puesto que sólo se busca que el receptor adquiera la información sin un necesario esfuerzo reflexivo.  Por ello cada día las expresiones culturales y su transmisión de una generación a otra se ve truncada por la mediatización de la actitud estética, falazmente entendida como una categorización de lo que se debe aceptar como bello y rechazar como feo, siendo este fenómeno una transgresión a la libertad tanto del artista como del receptor del arte, pues obliga al quien crea la reproducción de unos estándares impuestos y al que recibe no se le permite elegir pues constantemente es bombardeado con dicha información gráfica y auditiva.


Precisamente la actitud estética es detenerse y profundizar en el objeto estético. Cuando hablamos de detenerse significa volcar nuestro tiempo y atención reflexiva hacia el objeto estético, el detenerse implica reconocer y descubrir en la expresión artística o la pintura la presencia de una multiplicidad variable de contenidos que son propios a un espacio de historicidad capturado por el artista. La actitud de detenerse es asumir una actitud propiamente reflexiva frente a aquello que me salta a la vista y me sobrecoge en la experiencia estética. Esta actitud reflexiva frente a la imagen es la que genera en mí las preguntas por los hechos circunstanciales que se pudieron presentar en la misma y que mediante la inmediatez no sería posible descubrir y mucho menos conocer. Entonces en el detenerse y hacer el ejercicio reflexivo de la profundización es cómo llego a captar y conocer los contenidos de la obra de arte, y mediante la ubicación espacio temporal de mi mente me descubro reflejado en la obra de arte, comienzo a verme, no abrumado, sino absorto en sus colores y leneas que conforman un mensaje hermenéutico cargado de la vitalidad y la existencialidad del artista; en este descubrirme en la obra de arte y en la expresión artística es cuando me descubro realmente también como objeto de la actitud estética.  Entonces al ser el objeto estético una producción humana, porque es el hombre que le da la existencia, es también un encuentro con el hombre mismo, sólo así se vive una verdadera experiencia estética, cuando los contenidos de la obra de arte se entrecruzan con el tejido de mi propia existencia, más específicamente el tejido de mi vida cargada de su historicidad. No podemos, por tanto afirmar que la actitud estética y la experiencia estética son vacías y puras como una metodología científica, puesto que la misma está cargada de humanidad, pues la obra de arte lo que contiene dentro de sí es una explosión de humanidad, la cual desde un movimiento voluntario y ontológicamente libre expresa su libertad mediante la creación de la obra de arte, cualquiera sea su categorización.


Actualmente veo una problemática que nace alrededor de la estética en cuanto a su relación con el mensaje a través del signo iconográfico, la utilización de la imagen sacra como fondo para patrocinar y promover lo profano, propiamente se da en el marco de las festividades religiosas de San José y La Virgen del Pilar, celebradas en este municipio desde tiempos anteriores a 1850. Dichas fiestas son el reflejo de la identidad cultural en el marco de las creencias de la comunidad que se identificaba como una comunidad católica. Con el despliegue de la minería de carbón a gran escala descubierta en la región, se estableció una fiesta profana llamada el “Festival Nacional del Carbón” el cual fue ubicado en el marco de la celebración de la fiesta de La Virgen del Pilar. La fiesta profana poco a poco fue opacando la fiesta tradicional de la comunidad, pasando a identificarse más con los valores de la profana que con los valores de la religiosa. Esto a la luz de un proceso reflexivo se puede analizar como un cambio en el paradigma estético de las personas puesto que la imagen sacra es usada para fomentar el fenómeno profano, constituyendo así un giro contextual en el mensaje de la imagen sacra, pues pasa a dar fuerza y valor a la fiesta profana frente a la religiosa. Vemos aquí un principio de un principio de contradicción estética, pues el primer mensaje del artista religioso ha sido tomado y movido a una dimensión totalmente distinta de la intención original del artista. Otro de los fenómenos que se observan en donde vivo es la utilización de la imagen como medio para el poder político. Exactamente es enviar un mensaje donde el objeto estético es usado para promover valores distintos de los propios por los cuales fue concebido dicho objeto. Este carácter de profanación de la imagen debe ser entendido como el uso meramente mediático y propagandístico de la experiencia estética, pues la presencia de la imagen religiosa al lado de la imagen de cualquier actor político proyecta un mensaje de la presencia de un apoyo divino que la comunidad recibe masivamente sin hacer algún tipo de reflexión.


4. La estética, el expresionismo y la representación en mi historia personal.


No soy muy bueno escribiendo, tampoco haciendo composiciones, ni mucho menos dibujando, creo que puedo decir que en mi vida siempre he tomado un poco de cada cosa para agregarlas a mi modo de comprender el mundo. Cuando era pequeño, puedo decir, me impresionaban mucho las figuras geométricas y sobre todo las formas con cierto halo de misterio. Uno de los lugares que me impresionaba mucho visitar era la iglesia del pueblo la cual está compuesta por una composición de arcos que se sostienen unos al lado de otros y que al final sostienen una gran cúpula estilo románica que se encumbra sobre lo alto del templo. Debo decir que al entrar en ella de niño lo que más me sobrecogía era la inmensidad que el lugar representaba para ese pequeño niño que iba de manos de su abuela. La principal enseñanza acerca de la estética que aprendí de niño es la apreciación de la figura y la forma como una expresión de armonía y equilibrio, las principales obras esculturales que pude apreciar de niño en mi población y que siempre representaron para mí un portal a un gran número de preguntas eran la que está en la plaza de Simón Bolívar, y las imágenes del templo que movían y rotaban según era el tiempo litúrgico o la fiesta de algún santo en particular. Todas estas representaciones fenoménicas representaron sin duda para mí una expresión objetiva de los valores y las creencias de la población donde vivo. Sin duda esta apreciación de lo cultural como experiencia estética significó una reducida valoración de lo estético como únicamente lo bello, es decir que confundía estética con gusto personal o lo bonito. Sin duda al revisar estos recuerdos a la luz de lo leído me doy cuenta que mi actitud estética era el acercamiento al misterio que todas expresiones representaban para mí. Esta fase inicial en mi crecimiento en el centro de la población contrasta quizás con las de las periferias en donde al cambiar de casa pude ver nuevas expresiones de los valores y creencias de un pueblo. Una forma distinta de mostrarse. La música, la danza autóctona de la Yonna al son de redoblantes y una improvisada flauta agregaron a mi visión misteriosa de lo estético un halo de trascendencia puesto que los sonidos rítmicos del tambor y los acordes de la flauta me transportaban a un espacio sensorial diferente.


Esas expresiones artísticas y culturales, se entremezclaban con otras más elaboradas tales como la composición vallenata y la poesía. Sin embargo estéticamente el fenómeno o el objeto estético que más impacto causó a mi existencia están constituido por el templo, incluso hoy, puedo sentir en ello una gran representación de grandeza e inmensidad, esa misma que nos sobrecoge. Así el templo como objeto estético conserva armonía y una elaborada configuración geométrica. La cúpula para mí siempre fue expresión de lo más alto y la inmensidad. Una de las características del templo era su ya perdido color blanco, representación de pureza y su altar en madera con columnas doradas en representación de majestad. Además de estas dos fuentes de inspiración para lo trascendental a través de lo material, tuve mucho contacto con el color. Los indígenas wayuü mediante sus elaboraciones geométricas acerca de su cosmovisión multicolor de la realidad marcan en mí un intrincado relativismo no sólo moral sino racional. Así mismo como hay multiplicidad de color en un tejido y todos ellos transmitan un solo mensaje, del mismo modo la complejidad de la moral humana transmiten para mí un solo mensaje, somos sujetos llenos de subjetividades, lo objetivo es cuestionable. También, el pensamiento humano es tan múltiple como la gama de color de un tejido, sin embargo en ellos se esconde un solo mensaje: somos un mundo humano lleno de humanidades.


Cuando tuve entre 8 y 9 años de edad, asistía a la escuela primaria del municipio más representativa a nivel cultura, la escuela Elba Solano Solano, nombre de su fundadora y autora de un libro que recoge de forma narrativa todos los mitos y leyendas de la región donde vivo. Ya que en esta además de los estudios curriculares vigentes, teníamos un gran componente cultural en los contenidos. Uno de los principales aspectos de la dimensión cultural a la cual apuntaba la escuela, además de la pintura, la poesía, el canto, eran la danza folclórica y representativa de la región, entre ellas las que más se conocen talles como el mapalé, la cumbia, los valses entre otros. Sin embargo aunque estas eran representación de nuestra cultura costeña en general, pues mediante sus ritmos, colores, ambientaciones musicales expresan la identidad de nuestra cultura y nuestra forma de observar la naturaleza, captarla y comunicarla al resto del mundo, la que más fuerzas tenía eran las provenientes de los indígenas wayuü. Estas danzas se caracterizan por una combinación de la expresión sensible de lo visual y auditivo en completa armonía con la expresión corporal. Así el vestuario de la danza corresponde a colores que representan los componentes de la naturaleza, tales como el negro, el rojo, el blanco, entre otros muchos colores fuertes. De igual modo la música de la danza es muy especial, puesto que indica a los bailarines los movimientos a seguir y el sonido transporta el espíritu humano a las fuentes de esas expresiones ancestrales, creando un puente entre lo pasado y lo presente en clave de dimensión se sentido y comprensión de la existencia propia. Así la corporeidad de la danza se deja llevar por el sonido configurando con los colores la danza de los espíritus que se apoderan del cuerpo. Tal experiencia marcó mi vida personal puesto que aquellas danzas eran como un puente entre nosotros y quienes habían antecedido nuestra historia. Con todo ya comienzo a desvelar las tres palabras claves que saltan a la vista de quien escribe y relee el presente texto: auto-manifestación de lo estético, expresionismo y representatividad.


Es relevante afirmar que mi primera experiencia estética fue a través de la auto-manifestación de la misma. Esta auto manifestación está implícita en las obras de arte religioso con las cuales tenia contacto a diario en el templo y en las expresiones culturales de donde vivo, las cuales fueron fundamento para elaborar mis propios criterios sobre la realidad que se me presentaba. Cuando observaba y tenía contacto con una imagen sacra observaba en ella los mínimos detalles que la constituían, observaba el acabado de su piel, la forma cómo estaba esculpida su cabellera y la posición de su cabeza y ojos era relevante para mí. Una de las esculturas, que puedo catalogar como arte religioso, es la de un cristo crucificado que se encuentra en la Iglesia, este tiene la particularidad de que su cuerpo es tallado en madera de cedro y su acabado es en yeso, esta información técnica acerca del objeto estético la supe gracias al interés que sentí cuando comencé a indagar la procedencia del mismo, el cual fue hecho en la santa fe de Bogotá de aquel entonces y que hace parte de las imágenes del cristo del calvario puesto que su mirada hacia el piso ya me daba a entender que estaba muerto, por ello era usado siempre en el descendimiento, en contraste con otro cristo, a mi parecer el que transmitía un mensaje más profundo, que tenía la cabeza levantada y los ojos mirando al cielo, como haciendo un reclamo al cielo de su sufrimiento y de la injusticia a la cual estaba siendo sometido, mientras que aquel otro simplemente aceptaba su muerte. Este era, cuestiones de religiosidad, el mensaje que recibía, la imagen de un cristo que no se rinde sino que es capaz de reclamar al cielo por lo que estaba sucediendo, y de ello aprendí siempre a no resignarme en las cosas, a reclamar mi espacio vital en el mundo, a reflexionar la vida misma conforma esta pasaba frente a mí. Por esta razón pienso, que quienes hicieron ambas obras de arte, tenían dos visiones muy distintas de la fe, uno donde acepta la muerte como en centro de la fe, al punto que la comunidad recibe este mensaje y hoy en día es más importante la muerte y exequias de un difunto que la de un niño que nace o es bautizado, es impresionante ver cómo esta imagen transmite dicho sentir, en una sociedad en la que semana santa es más concurrida en la pasión y la muerte que en la resurrección. Aquí la muerte es el final, mientras que en la otra imagen, aunque sufriente se refleja que el final no es la muerte sino la lucha por vencerla y renacer a una vida nueva. La imagen sacra entonces como objeto estético transmite un mensaje existencial, no es estética por ser bella o fea, sino por toda la carga humana que conlleva.


Una de las épocas en la cual recibí un gran impacto de la expresión estética, más allá de las expresiones culturales propias de mi tierra, fue el contacto con otras ciudades tales como Valledupar y Medellín, en las cuales era de mi gran apreciación las obras de arte esculturales. En Valledupar obras esculturales representativas de los juglares folclóricos de la región, me daban a entender que por medio ella se transmite un mensaje acerca de la construcción de identidad de la región. Principalmente el ritmo musical del vallenato como expresión cultural propio de la región que actúa como amalgama entre los miembros de las comunidades. Así estos objetos estéticos se convierten en mediación entre la libertad e identidad del artista y aquellos que lo reciben. La región en la que vivo, la Guajira propiamente, se caracteriza por estar profundamente marcada por el impresionismo, ya que la expresión artística y folclórica habla de los valores y sentimientos de la comunidad misma, por ello no se puede pensar nuestro arte sin expresión de lo existencial a través de lo sensible, el canto y la música, la pintura y el tejido conforma un todo totalizante que se transmite a cada uno de nosotros logrando crear puentes de intercomunicaciones por medio de los contenidos existenciales. Este expresionismo ha sido un componente muy importante en mi vida ya que la expresión constituye un movimiento ontológico de libertad por medio del cual se construye el objeto estético y se constituye como ente unificador de la cultura y nuestra pequeña sociedad. La representatividad del color y la figura ha sido de igual forma muy importante en mi vida personal, puesto que la actitud estética que pobremente asumía me llevaba a ver una transmisión del mensaje mediante la representación. Así fenómenos como el teatro y la danza folclórica de los grupos de mi municipio también dejaron huella en mi persona. La experiencia estética que desarrollé entonces siempre ha estado de la mano de esta tres palabras claves, puesto que la obra de arte para mí no es una mera expresión de buena cultura sino una manifestación autentica de la existencia humana, para mí una pintura no es una mera obra de arte, es la captura de un gran espacio temporal en un pequeño instante que encierra toda una experiencia estética de su creador.




















CONCLUSIONES


La Estética como rama de la filosofía, tiene como base fundamental la interpretación del mensaje que el artista haya puesto en la obra, ya sea a nivel de folclor, danza, teatro, música y pintura. Siendo todas ellas expresiones válidas de los objetos estéticos y dignas de un profundo análisis hermenéutico sobre su significado no sólo artístico e histórico sino también existencial. Sin embargo parece ser que la obra de arte que se da en la pintura y en la escultura son los medios mayormente usados para captar la realidad inmanente del artista y proyectarla hacia la temporalidad. Pareciera pues que lo estético nos acompaña en el transcurso de nuestra vida, desde el momento que nacemos estamos rodeados de combinaciones de color, de referencias comportamentales socialmente aceptadas como “buena educación”, estilos musicales y expresiones artísticas, todos estos elementos componen el tejido expresivo de la cultura en la cual aprendemos a apreciar ciertos tipos de artes como bellos y a ignorar otras expresiones artísticas de otras culturas, o incluso nos podemos sentir atraídos por ellas. Todas estas manifestaciones del arte cultural hacen parte de la expresión del ser humano inserto en un grupo determinado. Por tanto podemos afirmar que la manifestación de lo estético se da en todas las representaciones de las bases estructurales de la cultura que asumimos. Por ello no se puede hablar de estética sin referirse ineludiblemente al arte, y no se puede considerar como arte sólo aquello que expuesto en un museo, trazado en un lienzo, cantado en una ópera o interpretado en una filarmónica, sino que por el contrario la expresión artística es universal, es manifestación misma del ser humano, por medio de la cual transmite no sólo un mensaje desde sus afectos sino que expresa allí toda su carga cultural y existencial. 


Referencias Bibliográficas


Gadamer, H. G. (1996). Estética y hermeneutica. (J. F. Zúñiga García, Trad.) Daimon, Revista Filosófica(12), 5-10. Obtenido de http://revistas.um.es/index.php/daimon/article/view/8311/8081


Heidegger, M. (1997). Ser y Tiempo (Primera ed.). (J. E. Rivera, Trad.) Santiago de Chile, Chile: Editorial Universitaria.


 

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