ALEXIS ROJAS DONADO
FRUTO DEL ESCRITO PRESENTADO EN MI ESTUDIO ACADÉMICO
27 DE SEPTIEMBRE DE 2015
PRODUCCIÓN PROPIA - (DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS)
LO ESTÉTICO
INTRODUCCIÓN
La
estética ha sido una rama de la filosofía de la cual se ha escrito mucho,
aunque esta propiamente tiene una línea muy delgada de estudio ya que su
estudio es complicado desde los aspectos que la misma rama presenta en su uso.
En este trabajo comenzaremos por tratar de dilucidar que es propiamente la
estética y cuáles son sus fines, para lo cual nos fundamentaremos desde el
cuestionamiento de cómo es que se da la estética como actitud y como
experiencia. Establecemos unos esquemas de lo que es y de lo que no es la
estética. El primer problema que tratamos es el de la estética como un proceso
de auto manifestación en el cual reconocemos que la misma no se trata sólo del
uso de un proceso de técnicas sino que por el contrario es una experiencia en
la cual los sentidos y la razón se entrecruzan con la existencia para poder
llegar a recibir la información de los objetos estéticos. En segundo lugar
estudiaremos la relación que existe entre hombre, naturaleza y cultura, y a
partir de esta triada estableceremos un discurso en el cual llegaremos a ver
cómo el hombre es origen y fin de la experiencia estética, que la misma
naturaleza está inserta en la experiencia estética en cuanto puede ser
transformada por el hombre y ser convertida con esta en objeto estético. Así
mismo descubriremos en la cultura un espacio importante donde se generan los
objetos estéticos y donde la actitud estética adquiere un carácter de búsqueda
de identidad y sentido y cómo las expresiones de la misma cultura pueden llegar
a conformar objetos estéticos.
En
el cuarto punto trabajaremos la representatividad como una cualidad esencial de
la estética, puesto que desde esta el hombre puede hacer espejos de la realidad
a través de su corporeidad y de otros medios que puede usar con el fin de
captar y retransmitir un mensaje a través de los objetos estéticos. Pero la
representatividad no va sola, a ella también se suma la cualidad del expresionismo
por medio del cual los objetos estéticos adquieren una existencia
tridimensional que a través del movimiento, del color y del sonido expresan los
sentires de una cultura o de la existencia de una persona, con lo cual podremos
observar la experiencia estética no se encuentra solo vinculada al arte como
expresión pictórica sino como toda expresión artificial y alegórica que remita
a una realidad ulterior. Por último trataré el expresionismo como una forma de
construir objetos estéticos dinámicos que se relacionan intrínsecamente con mi
vida personal desde las proyecciones que mayor impacto causaron en mi
interpretación de lo estético, siendo la parte cultural y religiosa los
elementos fundamentales de mi ensayo personal, puesto que mi experiencia propia
ha estado muy relacionada con el arte sagrado que desde muy joven apreciaba en
el templo y cómo este mismo se me muestra como un medio de conexión con la
dimensión de lo infinitamente descubrible.
En esta última parte descubro a través de mi reflexión que las palabras
claves que nacen desde mi experiencia en relación con el texto son auto-manifestación
de lo estético, expresionismo y representatividad.
1. Auto
manifestación de lo estético, manifestación del color
La estética es sin duda una
experiencia sobrecogedora, el dejarse sobrecoger por el objeto estético es lo
que posibilita dicha experiencia. Como la actitud estética es contrapuesta a
todo intento práctico o técnico por reconocer el mundo, podemos inferir pues
que la experiencia estética es paralelamente comparable a la experiencia
religiosa, en la estética el objeto estético se auto-manifiesta, para que lo
estético sea puro y no tenga otra intensión que la misma experiencia estética
es necesario dejarse abarcar por el objeto estético, ya que la aprehensión del
objeto estético significaría amoldarlo a la mentalidad del observador, lo cual
implicaría que el objeto quede sujeto a las pretensiones de quien observa, por
tanto en la experiencia estética es la mente del observador y sus sentidos que
deben amoldarse al objeto estético. Es en este punto de la auto-manifestación
del objeto estético que podemos evidenciar su autenticidad y poder
diferenciarlas de otras corrientes afines tales como la crítica del arte, los
juicios estéticos y valoración de lo bello. Sin embargo, esto no quiere decir
que aquel que se acerca a una obra de arte para contemplarla y analizar sus
trazos y armonías de color, no significa que no pueda tener una experiencia
estética, pienso pues que para poder llegar hasta la aproximación a la obra
tuvo que haber vivido en primer lugar una experiencia estética en cuyo esclarecimiento
se ha sentido sobrecogido por la obra, lo cual le ha debido producir el interés
de saber el por-qué de esta atracción
experiencial. Con ello trato de decir que la experiencia estética es producida
mucho antes de que suceda cualquier intento técnico de comprender la obra.
Pienso que la experiencia estética nos lleva a conocer el espíritu de cada obra
artística, y de cualquier objeto estético.
Una de las grandes interrogantes que
surgen en torno a la discusión sobre lo estético, es la problemática frente a
la concepción popular y tradicional de equiparar lo estético con lo bello. Se
tiende en la cultura occidental a llamar estético a aquello que se considera
bello, en nuestro entorno cultural a aquello que es bonito o hermoso. Sin
embargo se puede pensar con razones de peso que lo bello al ser una percepción
o sensación o deja de ser subjetivo. Por estas mismas razones se ha llegado a
elaborar marcos y/o estándares de belleza que se imponen en la sociedad como
algo generalmente aceptable y se les ha agregado la “etiqueta” de “estético”
por cumplir los estándares establecidos sobre lo bello. Por ello tomamos en primer lugar, distancia de
esa concepción popular sobre lo estético, no se trata de un conjunto de
criterios que definen lo que es bello; en segundo lugar asumimos como estética
la experiencia sobrecogedora del objeto estético sobre quien observa. La
consideración de lo bello o no bello es una concepción susceptible de
subjetividad, no quiere decir esto que lo bello no exista, sin embargo lo que
se considera bello por uno puede no serlo para otro, es allí donde radica el
problema fundamental. La experiencia estética se puede concebir como la
capacidad del disfrute mismo de la contemplación del objeto estético, sin más
fin que el objeto estético, esta es una experiencia desinteresada, por tal
motivo nos lleva a deducir que no nace meramente de la voluntad del observador
sino también de la fuerza del objeto estético y lo que este despierta dentro de
quien observa y se deja cubrir por este. Está claro que la experiencia estética
no es una metodología sistemática de acercamiento al arte, sino que es la que
antecede todo intento por comprender e interpretar un objeto estético. Aquí
podríamos deducir que el objeto estético tiene un poder estimulante sobre quien
observa y al mismo tiempo el observador es susceptible a dicho poder. Por ello
el objeto estético me sobrecoge en su auto-manifestación, armonizando todas
sensaciones percibidas por mis sentidos.
La estética como técnica o saber
debería ser descriptiva y analítica, antes que prescriptiva, puesto que su
función es la reflexión sobre la manifestación artística del hombre y la
naturaleza. Así como la ética se centra en la reflexión sobre el quehacer del
hombre sin llegar a prescribir que es bueno o malo (campo que compete a la
moral), la estética como saber no podría prescribir que es bello o feo, puesto
que su fundamento es la experiencia estética que va mucho más allá del análisis
cognoscitivo. La delimitación de la estética comprende muchas dificultades,
entre ellas esta que al provenir de la conceptualización griega referente a las
sensaciones percibidas por los sentidos, se discute sobre que sentidos deben
ser excluidos de ella, es por ello que las sensaciones visuales y auditivas han
sido sobre valoradas a las sensaciones del olfato y gusto, por el hecho de que
estas últimas están relacionadas a las necesidades del cuerpo humano. Esta delimitación
comprende a la parte práctica de la estética y no tanto en su parte fundamental
y conceptual, ya que la estética al hablar sobre armonía de los componentes de
un objeto puede abarcar dimensiones humanas
universales representadas por medio del arte. Nos preguntamos entonces
sobre los criterios que deberían ser tomados en cuenta sobre la experiencia
estética, más que actitud, la estética se enmarca en una experiencia. Una de
los criterios que se han propuestos ha sido el distanciamiento del objeto estético, esto quiere decir un total
desinterés personal del observador frente al objeto estético, se trataría de no
dejarse afectar emocionalmente por el objeto estético. Sin embargo un
acercamiento desinteresado al objeto representaría un toma de posición frente a
lo estético, la toma de distanciamiento tendría ya un fin, el tratar de ver lo estético
desde lo objetivo.
La experiencia estética conlleva en si
misa la actitud estética. Puesto que la actitud estética se puede entender como
un abordaje del objeto estético sin que haya un interés más que por el de acercarse.
La experiencia estética se presenta en el momento en que el observador queda
absorto en la contemplación del objeto estético, en esta experiencia no hay
interés alguno, puesto que el evento fenoménico se presenta de forma imprevista
y espontánea. Por ello las relaciones
que emanan del contacto con objeto estético hacen que todo intento de tomar
distancia sea infructuoso puesto que no se llegaría a una real y total
comprensión del fenómeno presentado. Tomar distancia objetiva en la estética se
traduce en términos más amplios en tratar de dotar a la estética de una
metodología positivista cuyos objetos son caracterizados y cuantificables y
meramente descriptibles. Sin embargo tanto en la actitud estética como en la
experiencia estética hay una resonancia interna de lo externo, la obra de arte
resuena en el observador, la armonía de sus colores estimula los sentidos del
observador los cuales constituyen el único instrumento del acercamiento
estético. Tomar distancia del objeto estético implica crear instrumentos objetivos
de medición de la obra. Uno de los principales objetos estéticos que podemos
encontrar cotidianamente y que hacen parte de toda obra de arte, en caso más
específico es el color. El color es el follaje de la vida, el color no sólo está
presente de forma natural en la realidad sino que se convierte en signo de las
mismas estaciones de la naturaleza. El color es uno de los mayores estimulantes
de los sentidos. De hecho el color hace parte de las experiencias mismas de las
culturas, es así como el carnaval es representado con colores creando un
arcoíris humano, así el nacimiento o eventos como el bautismo conllevan el
color blanco como signo de pureza, y la muerte conlleva el uso del color negro
como muestra de dolor y luto por la muerte. La actitud estética frente a estas
manifestaciones fenoménicas de una forma u otra está orientada a desvelar lo
que hay detrás de cada color, puesto que los objetos estéticos se encuentran
revestidos de humanidad.
2.
Hombre, cultura y naturaleza
Evidentemente el Hombre es el sujeto
del arte, es su productor y es su observador. Por ello la actitud estética, en
cuanto experiencia de encuentro con él mismo, también se convierte en medio de
lectura del hombre mismo, es decir que el hombre mismo se convierte en objeto
estético. Esa circularidad que presenta la actitud estética es semejante a la
circularidad hermenéutica de la que hablaba Heidegger (1997) en la cual el
hombre parte de sí mismo para la comprensión del mundo para luego retornar a sí
mismo. De esta forma se puede inferir que la estética también cuenta con una
circularidad ontológica donde el hombre es su inicio y al mismo tiempo su fin,
es demostrable en cuanto que en la obra de arte se encuentra también impresa la
huella existencial de su artista. “En efecto, entre la obra y quien en cada
caso la contempla existe una simultaneidad absoluta que sigue siendo
indiscutible a pesar de la creciente conciencia histórica” (Gadamer, 1996). Por tanto la
actitud estética es asumida por el hombre y el objeto estético puede al mismo
tiempo ser producción del arte como exteriorización del más profundo y
trascendental existencial del hombre. Así los objetos estéticos no los
encontramos únicamente como expresión del artista sino como expresión de las
culturas mismas y ellos conllevan esa carga cultural que representa el ser y
sentir de toda comunidad humana. Es importante esclarecer que la estética si
bien no se pregunta en última instancia por el sentido de estos elementos de
las representaciones culturales, si presta especial cuidado en la forma en cómo
se relacionan, en cómo se forman los tejidos coloridos que expresan el
sentimiento del artista que lleva en sí la carga de los cultural. En nuestra
región caribe, en la Guajira propiamente existe una cultura nativa americana conocida
como Wayuü que han sido capaz de expresar su cosmovisión del universo a través
del tejido y del color, esta manifestación para Gadamer no sólo contiene el
contenido histórico del artista sino también la presencia del espíritu de toda
la realidad que rodea al artista, y la que esta misma despierte en la
existencia del observador. Así pues podemos evidencia la estrecha relación que
existe entre estética y hermenéutica. Habría lugar a hacerse la misma pregunta
que el autor como cuestionamiento a aquellos que tratan de hacer de la actitud
estética un metodología positiva del arte: “¿Ocurre realmente que una obra de arte, que procede de mundos
vitales pretéritos o extraños y que es trasplantada a nuestro mundo formado
históricamente, se convierte en mero objeto del disfrute estético-histórico y
no dice ya nada de aquello que tuvo que decir originariamente?” (Gadamer,
1996, pág. 3).
Sin embargo lo anteriormente
argumentado no quiere decir que otros objetos estéticos como los producidos por
la naturaleza no puedan ser generadores de la experiencia estética, frente a
ellos también se puede y se debe asumir una postura estética. La naturaleza
representa una paradoja para el observador, y es el origen de su existencia.
Surge la pregunta pues que nos remite al caos inicial y posteriormente a la
armonía que se evidencia en cómo está constituida la naturaleza. La naturaleza
esta siempre con nosotros, no la podemos sacar de nuestra realidad, dice el
módulo. Pero en qué forma la naturaleza hace parte de la experiencia estética o
se convierte en objeto de esta, incluso esta puede ser el motor generador de
una gran obra de arte. En la naturaleza se puede encontrar armonía de colores,
figuras y formas que a la vista nos parece agradable y placentero observar, en
ella nos podemos deleitar con maravillosos sonido de aves en el aire y ballenas
en el mar. La naturaleza encierra uno de los más trascendentes secretos a la
estética y es el ejemplo más claro de cuando el objeto estético más que
aprehensión del objeto se convierte en una experiencia sobrecogedora. Por ello
la estética y la naturaleza están en consonancia, y a sí mismo el hombre y su cultura
también está intrínsecamente relacionados con ella y fundados en ella, así la
presencia de una lluvia para un pueblo puede verse representada en una pintura
donde sean las flores las que llenen el paisaje, entretejiendo entre colorido y
forma la relación del hombre con esta.
Uno de los factores que mayormente se
pueden hacer presente en la obra de arte como en cualquier otra representación
estética del hombre, es el contenido. Indudablemente el contenido es lo que da espíritu
al objeto estético. El contenido es la manifestación de la voluntad de quien plasma
todo lo que capta y comprende de la realidad. Este plasmar lo captado en el
objeto estético es la transmisión de la visión del artista hacia la atención
del observador, lo captado pues se convierte en experiencia de la naturaleza y
el ambiente y es puesto en la obra como medio de comunicación abierta. Sin
embargo entender o comprender el mensaje o la intensión del orden y la cantidad
de contenidos en la obra es propio de una actitud hermenéutica del lenguaje,
puesto que la obra de arte aquí trasciende una somera captura del espacio y
tiempo en un lienzo u otro objeto, para transformarse en canal del
expresionismo. El contenido constituye entonces, la dimensión interpretadora
del artista respecto de su realidad, la misma se encuentra dotada de unión
entre espacio y tiempo, asumiendo la obra una dimensión de historicidad que
puede ser captada por el observador mediante la experiencia estética. Los
componentes del contenido se entrelazan para formar un lenguaje expresivo que
va más allá de lo lingüístico y se convierte por medio de la refracción de la
luz o del sonido en un mensaje que sólo puede ser captado a través de la
experiencia estética. No se pueden captar los contenidos de una obra sino es a
través de la experiencia estética, puesto que estos no son representación de
ideas sino de la forma como se experimenta y se siente el mundo. Entonces
contenido y realidad son una misma cosa, pero transformada por la mirada
interpretativa del artista, y reinterpretada por la mirada aguda del sujeto de
la actitud estética. Es decir que no se puede hablar de un lenguaje monolítico
en la obra de arte y en la estética en general, sino de múltiples formas de
expresión del ser humano en su experiencia dentro de la naturaleza y la cultura
donde se haya dado su desarrollo. El contenido pues da sentido a la obra, el
contenido refleja la actitud del artista y refleja su intensión, si bien el
contenido se entrelaza en la mente del artista su relación lógica resulta ser
paradigmática pero abarcadora de la misma racionalidad. A través de la actitud estética se
puede tener un encuentro sustancial con los contenidos de la obra de arte, en
caso originario, los contenidos se muestran al observador como un conjunto de
componentes lógicamente organizados y entrelazados unos con otros, pero sólo se
puede acercar a su comprensión desde un punto de mirada existencial en el cual
las afectividades del artistas se sobrepongan a las del observador. Esta es sin
duda una tarea hermenéutica con relación a la comprensión existencial a través
de la expresión. Es posible que el expresionismo sea el camino por medio del
cual el sujeto exteriorice todas esas experiencias existenciales que le hayan
marcado el espíritu, es posible pues poder juzgar conveniente el ponerse en los
pies del autor o el artista con el fin de poder buscar comprender no sólo su
obra, sino leer su alma a través de su expresión artística. Esto no quiere
decir que se vaya en contra de la estética como actitud o como experiencia,
sino que por medio de esta también se puede llegar a conseguir ciertos fines,
más allá de la sola actitud estética por sí misma. Entonces aquí en esta
intercomunicación experiencial artística, la estética se convierte en canal de
comunicación y en lugar de encuentro entre la experiencia estética transmisora
y la experiencia estética receptora. La estética no es sólo una actitud, esta
es sin duda la casa donde habita la expresión sublime del ser humano, así como
en Gadamer el lenguaje es la casa del ser, en la estética la expresión es la
casa del espíritu humano. La estética analiza como último fin, no el arte en
sí, sino la cualidad humana manifiestas en estas, entonces la actitud estética
no es fría y objetiva, sino que es cálida como la palma de aquel que pinta,
como los pies de aquel que danza, como la garganta de aquel que canta; el
espíritu de la estética es humano, no es frio, el lienzo, la partitura, el
mármol, sólo son medios que el hombre transforma para impregnarlos de su
humanidad, para hacerlos semejantes a sí mismo.
Sin embargo en cuanto a teorías del
conocimiento, debemos hacer la claridad de que, aunque hay una relación entre
naturaleza y estética pudiendo ser la primera, objeto de la segunda, la
estética no es natural, pues la estética se orienta fundamentalmente como
quehacer humano, como actitud y experiencia vital, es precisamente en el
carácter histórico del hombre. Es el hombre que crea los objetos estéticos
fundamentales para que el mismo hombre sea quien los interprete y conozca.
Aunque se es necesario reconocer que los componentes de la naturaleza se pueden
hacer objeto de la actitud, sensible y cognoscente, de la estética, los
principales objetos son los emanados de la historicidad del artista que plasma
su existencia y su horizonte vital en la obra de arte. Es la voluntad libre del
artista la que hace posible toda la dimensión estética; de hecho no podríamos
hablar de estética sin artista y no podríamos hablar de artista sin hombre, es
decir que no podremos hablar de estética si indudablemente no hacemos referencia
al hombre, y el hombre con toda su historicidad, lenguaje, cultura y ambiente. Entonces
hablar de actitud estética como, expresiva y receptiva, significa hablar de
hombre libre, sin embargo un artista aunque el artista este privado de su
libertad física, puede seguir produciendo siempre que tenga medios; entonces
hablamos aquí de libertad no reducida a un mero aspecto físico, sino espiritual
y por ende existencial, de forma precisa, ontológico. Esto quiere decir que la
libertad entendida como un movimiento ontológico de la voluntad humana de crear
se expresa a través de la obra de arte e incluso a través de la manifestación
artística y artesanal de las culturas. La Estética pues nos resulta aquí como un encuentro con la libertad
ontológica de quien se expresa con la de quien recibe la obra. Es decir que
el objeto estético, sea una pintura, una danza folclórica, una ópera, una
sinfonía o ritmo musical, es una mediación autentica entre las libertades
ontológicas de la humanidad. Entonces la Estética es el encuentro con la
libertad ontológica del ser humano hecha expresión artística, pero esta no es
una expresión pura, intervienen en ella factores culturales y personales que le
dan mucho más contenido a su experiencia de libertad.
3.
El expresionismo y la representatividad en la experiencia estítica.
Un par de palabras claves que me
gustaría resaltar es, en primer lugar la de la expresión, característica
esencial de la capacidad artística especial del ser humano en cuanto que por
medio de este es capaz de ampliar sus canales de comunicación más allá del
lenguaje verbal o escrito. La segunda palabra es la representación, como la capacidad psíquica de poder
asignar valores y significados a códigos de lenguaje ya sea verbal, escrito o
gráficos. Desde que nacemos estamos rodeados e impregnados con muestras de
expresionismos y representaciones culturales determinadas que influyen en el
desarrollo de la vida del hombre. Por ello la estética no está limitada a las
expresiones artísticas expuestas en una sala de exposición, ni mucho menos
catalogar únicamente a ello como arte. Pienso que el arte es toda expresión
humana en la cual proyecta sus representaciones sociales y contextuales, lo
cual nos puede llevar a inferir que la experiencia estética está orientada al
descubrir la esencia misma del hombre en todo lo que este produce como
expresión de sí mismo y representación de su ambiente contextual, teniendo en
cuenta igualmente que la misma naturaleza también hace parte de esa
representación puesto que el hombre siempre está en ligazón con la misma. El
arte es así una representación ambiental que de forma artificial el hombre comunica
a los otros en un lenguaje estético que sólo puede ser entendido en clave
estética, esto quiere decir pues que no toda actitud es estética, puesto que se
requiere de la intencionalidad de acercamiento a la obra de arte o a la
expresión para poder llegar a ser abarcado con esta y así entrar en la misma
sintonía de lenguaje que se transmite a través de la misma. Es decir que la
expresión artística conlleva en sí mismo la cotidianidad del artista, se puede
entender la obra pues como un marco representativo un momento existencial queda
capturado en el tiempo, y cuya hermenéutica es tan variable como las tonalidades
mismas de una paleta.
Ya que la cultura es la expresión de
valores y creencias de una población determinada que ha venido siendo marcada
por múltiples existencialidades que componen un todo universal, la estética
también es de carácter universal, por tanto no se queda ubicada únicamente como
un modo de acercarse al arte sino también como una modalidad de comprender el
ser humano. Este acercamiento a la comprensión de lo humano constituye uno de
los ámbitos donde la estética explora la expresión humana. La expresividad
humana es el principal de comunicación de su humanidad con el mundo, la
expresividad construye una conexión de su pasado histórico con su presente
inmanente, proyectándose así hacia un futuro óntico. Quizás pareciera que con esta afirmación dotáramos a la estética de una connotación
metafísica, sin embargo toda expresión artística del sujeto o de la cultura
tiene una estrecha relación con dejar plasmado lo pasado y proyectarlo al mismo
tiempo hacia el futuro, si no qué sentido tendría llenar un lienzo de color que
puede trascender en el tiempo mucho más que la vida de su propio creador, aquí
podríamos pensar en obras de Davinci, por evocar un ejemplo universal. Deducimos
pues que la estética no se reduce al estudio y apreciación de lo ornamental
sino que es un modo sensible de comprender al ser humano buscando llegar a su
entendimiento no de una forma universal como unidad óntica sino en sus
particularidades determinadas por la naturaleza y el medio ambiente donde su
espíritu y cosmovisión se desarrolló. Queda claro que entonces no se trata de
una forma de epistemología del sujeto que trate de organizar en categorías las
accidentalidades de su ser. Quizás la estética tenga mucho que ver con la
hermenéutica por el hecho de que es una comprensión del ser humano a través del
lenguaje artístico y expresionista, entendiendo pues el arte y toda expresión humana
como un lenguaje de comunicación meta-lingüístico.
La representatividad es una de las
principales actitudes que componen la experiencia estética, puedo afirmar que
por medio de la representatividad el artista capta no sólo el aspecto
fenoménico de una situación, sino que también abstrae y captura el componente
substancial del mismo. Así pues quienes por medio de la danza de la Yonna
(Danza autóctona de los Wayuü) representan sus valores y creencias, del mismo
modo expresan un componente esencial de
su sentido de pertenencia, ligado al pasado, presente y futuro de la misma. El
artista de una comunidad cultural aprecia el momento histórico donde se ubica y
capta la información que el ambiente le da, este se deja sobrecoger de la auto
manifestación de lo natural. Esta captación y posterior plasmación traspasa el
cristal de la mente del artista, con lo cual no proyecta el objeto estético
captado en sí sino que hace a través de su obra una representación del mismo,
le dota de sus características implícitas y lo proyecta como un reflejo de la
realidad a la cual se allega. Por eso manifestaciones artísticas que son
representación de fenómenos naturales se convierten en reflejo de la valoración
que el hombre y la cultura tienen acerca del noúmeno de eso que se representa. Ahora bien, la representatividad
no es lo acción, sino que también se convierte en adjetivo característico de lo
que el artista observa, capta y comunica. El objeto estético al estar dotado de
representatividad se convierte en una imagen icónica de la naturaleza, del
ambiente y lo representado. La representatividad de un objeto estético se hace
patente en cuanto puede ser transmitido como armonía de color y formas, su
contenido substancial actúa como telón de fondos para hacer que cada elemento
encaje armónicamente en un lugar. Así en la pintura los colores se entrelazan
armoniosamente con un entorno y a cuya presencia salta a la vista del observador,
haciéndose notar por sí mismo. En cuanto a la danza, el teatro o la música, sus
elementos también armónicos contienen una estructura ambiental que representa
de forma artificial lo natura. La naturaleza está cargada de representatividad,
al grado de que un ocaso sea metáfora para definir un estado de ánimo de una
persona, o las estaciones sean representación del ciclo de la vida.
Existe frente a todo estas
manifestaciones culturales de lo artístico, un gran peligro que actualmente
amenaza la experiencia artística, hablamos aquí del peligro de la abrumación mediática
de la imagen y el sonido. Esta es una tendencia presente hoy en día sobre todo
en los medios de comunicación y propagandísticos. La imagen mediática cada día
establece nuevos esquemas de interpretación de lo bello o lo feo, es decir que
no hay una absoluta visión de lo que es bello y lo feo, sin embargo a la caída
de esta meta visión lo estético hay que reconocer que por el contrario se
establecen nuevos cánones de belleza y de fealdad que la sociedad recibe y
reconoce como verdades ya que su repetición es constante, repetitiva y masiva.
Una de las características de esta cuestión es la rapidez con la que se dan las
transiciones de lo bello a lo feo, como un estándar masivamente aceptado. La
ligereza con que los cambios se dan, impide al observador detenerse y analizar
la imagen desde un aspecto crítico hermenéutico, sino que sólo debe tomar el
mensaje y desechar la imagen rápidamente. Esta inmediatez lleva al observador a
no detenerse y profundizar en nada, la experiencia artística queda entonces
anulada por la inmediatez de lo banal; este no detenerse indica pues la
alienación del observador como interpretante estético y vela de superficialidad
la profundidad del objeto estético el cual queda reducido a un mero medio de
comunicación visual. La no profundización es una muestra clara de cómo de igual
forma la reflexión es alienada, puesto que sólo se busca que el receptor adquiera
la información sin un necesario esfuerzo reflexivo. Por ello cada día las expresiones culturales y
su transmisión de una generación a otra se ve truncada por la mediatización de
la actitud estética, falazmente entendida como una categorización de lo que se
debe aceptar como bello y rechazar como feo, siendo este fenómeno una transgresión
a la libertad tanto del artista como del receptor del arte, pues obliga al
quien crea la reproducción de unos
estándares impuestos y al que recibe no se le permite elegir pues
constantemente es bombardeado con dicha información gráfica y auditiva.
Precisamente la actitud estética es
detenerse y profundizar en el objeto estético. Cuando hablamos de detenerse
significa volcar nuestro tiempo y atención reflexiva hacia el objeto estético,
el detenerse implica reconocer y descubrir en la expresión artística o la
pintura la presencia de una multiplicidad variable de contenidos que son
propios a un espacio de historicidad capturado por el artista. La actitud de
detenerse es asumir una actitud propiamente reflexiva frente a aquello que me
salta a la vista y me sobrecoge en la experiencia estética. Esta actitud
reflexiva frente a la imagen es la que genera en mí las preguntas por los
hechos circunstanciales que se pudieron presentar en la misma y que mediante la
inmediatez no sería posible descubrir y mucho menos conocer. Entonces en el
detenerse y hacer el ejercicio reflexivo de la profundización es cómo llego a
captar y conocer los contenidos de la obra de arte, y mediante la ubicación
espacio temporal de mi mente me descubro reflejado en la obra de arte, comienzo
a verme, no abrumado, sino absorto en sus colores y leneas que conforman un
mensaje hermenéutico cargado de la vitalidad y la existencialidad del artista;
en este descubrirme en la obra de arte y en la expresión artística es cuando me
descubro realmente también como objeto de la actitud estética. Entonces al ser el objeto estético una
producción humana, porque es el hombre que le da la existencia, es también un
encuentro con el hombre mismo, sólo así se vive una verdadera experiencia
estética, cuando los contenidos de la obra de arte se entrecruzan con el tejido
de mi propia existencia, más específicamente el tejido de mi vida cargada de su
historicidad. No podemos, por tanto afirmar que la actitud estética y la
experiencia estética son vacías y puras como una metodología científica, puesto
que la misma está cargada de humanidad, pues la obra de arte lo que contiene
dentro de sí es una explosión de humanidad, la cual desde un movimiento
voluntario y ontológicamente libre expresa su libertad mediante la creación de
la obra de arte, cualquiera sea su categorización.
Actualmente veo una problemática que
nace alrededor de la estética en cuanto a su relación con el mensaje a través
del signo iconográfico, la utilización de la imagen sacra como fondo para
patrocinar y promover lo profano, propiamente se da en el marco de las
festividades religiosas de San José y La Virgen del Pilar, celebradas en este
municipio desde tiempos anteriores a 1850. Dichas fiestas son el reflejo de la
identidad cultural en el marco de las creencias de la comunidad que se
identificaba como una comunidad católica. Con el despliegue de la minería de
carbón a gran escala descubierta en la región, se estableció una fiesta profana
llamada el “Festival Nacional del Carbón” el cual fue ubicado en el marco de la
celebración de la fiesta de La Virgen del Pilar. La fiesta profana poco a poco
fue opacando la fiesta tradicional de la comunidad, pasando a identificarse más
con los valores de la profana que con los valores de la religiosa. Esto a la
luz de un proceso reflexivo se puede analizar como un cambio en el paradigma
estético de las personas puesto que la imagen sacra es usada para fomentar el
fenómeno profano, constituyendo así un giro contextual en el mensaje de la
imagen sacra, pues pasa a dar fuerza y valor a la fiesta profana frente a la
religiosa. Vemos aquí un principio de un principio de contradicción estética,
pues el primer mensaje del artista religioso ha sido tomado y movido a una
dimensión totalmente distinta de la intención original del artista. Otro de los
fenómenos que se observan en donde vivo es la utilización de la imagen como
medio para el poder político. Exactamente es enviar un mensaje donde el objeto
estético es usado para promover valores distintos de los propios por los cuales
fue concebido dicho objeto. Este carácter de profanación de la imagen debe ser
entendido como el uso meramente mediático y propagandístico de la experiencia estética,
pues la presencia de la imagen religiosa al lado de la imagen de cualquier
actor político proyecta un mensaje de la presencia de un apoyo divino que la
comunidad recibe masivamente sin hacer algún tipo de reflexión.
4.
La estética, el expresionismo y la representación en mi historia personal.
No soy muy bueno escribiendo, tampoco
haciendo composiciones, ni mucho menos dibujando, creo que puedo decir que en
mi vida siempre he tomado un poco de cada cosa para agregarlas a mi modo de
comprender el mundo. Cuando era pequeño, puedo decir, me impresionaban mucho
las figuras geométricas y sobre todo las formas con cierto halo de misterio.
Uno de los lugares que me impresionaba mucho visitar era la iglesia del pueblo
la cual está compuesta por una composición de arcos que se sostienen unos al
lado de otros y que al final sostienen una gran cúpula estilo románica que se
encumbra sobre lo alto del templo. Debo decir que al entrar en ella de niño lo
que más me sobrecogía era la inmensidad que el lugar representaba para ese
pequeño niño que iba de manos de su abuela. La principal enseñanza acerca de la
estética que aprendí de niño es la apreciación de la figura y la forma como una
expresión de armonía y equilibrio, las principales obras esculturales que pude
apreciar de niño en mi población y que siempre representaron para mí un portal
a un gran número de preguntas eran la que está en la plaza de Simón Bolívar, y
las imágenes del templo que movían y rotaban según era el tiempo litúrgico o la
fiesta de algún santo en particular. Todas estas representaciones fenoménicas
representaron sin duda para mí una expresión objetiva de los valores y las
creencias de la población donde vivo. Sin duda esta apreciación de lo cultural
como experiencia estética significó una reducida valoración de lo estético como
únicamente lo bello, es decir que confundía estética con gusto personal o lo
bonito. Sin duda al revisar estos recuerdos a la luz de lo leído me doy cuenta
que mi actitud estética era el acercamiento al misterio que todas expresiones
representaban para mí. Esta fase inicial en mi crecimiento en el centro de la
población contrasta quizás con las de las periferias en donde al cambiar de
casa pude ver nuevas expresiones de los valores y creencias de un pueblo. Una
forma distinta de mostrarse. La música, la danza autóctona de la Yonna al son de redoblantes y una
improvisada flauta agregaron a mi visión misteriosa de lo estético un halo de
trascendencia puesto que los sonidos rítmicos del tambor y los acordes de la
flauta me transportaban a un espacio sensorial diferente.
Esas expresiones artísticas y
culturales, se entremezclaban con otras más elaboradas tales como la composición
vallenata y la poesía. Sin embargo estéticamente el fenómeno o el objeto
estético que más impacto causó a mi existencia están constituido por el templo,
incluso hoy, puedo sentir en ello una gran representación de grandeza e
inmensidad, esa misma que nos sobrecoge. Así el templo como objeto estético
conserva armonía y una elaborada configuración geométrica. La cúpula para mí
siempre fue expresión de lo más alto y la inmensidad. Una de las
características del templo era su ya perdido color blanco, representación de
pureza y su altar en madera con columnas doradas en representación de majestad.
Además de estas dos fuentes de inspiración para lo trascendental a través de lo
material, tuve mucho contacto con el color. Los indígenas wayuü mediante sus
elaboraciones geométricas acerca de su cosmovisión multicolor de la realidad
marcan en mí un intrincado relativismo no sólo moral sino racional. Así mismo
como hay multiplicidad de color en un tejido y todos ellos transmitan un solo
mensaje, del mismo modo la complejidad de la moral humana transmiten para mí un
solo mensaje, somos sujetos llenos de subjetividades, lo objetivo es cuestionable.
También, el pensamiento humano es tan múltiple como la gama de color de un
tejido, sin embargo en ellos se esconde un solo mensaje: somos un mundo humano
lleno de humanidades.
Cuando tuve entre 8 y 9 años de edad,
asistía a la escuela primaria del municipio más representativa a nivel cultura,
la escuela Elba Solano Solano, nombre de su fundadora y autora de un libro que
recoge de forma narrativa todos los mitos y leyendas de la región donde vivo. Ya
que en esta además de los estudios curriculares vigentes, teníamos un gran
componente cultural en los contenidos. Uno de los principales aspectos de la
dimensión cultural a la cual apuntaba la escuela, además de la pintura, la
poesía, el canto, eran la danza folclórica y representativa de la región, entre
ellas las que más se conocen talles como el mapalé, la cumbia, los valses entre
otros. Sin embargo aunque estas eran representación de nuestra cultura costeña
en general, pues mediante sus ritmos, colores, ambientaciones musicales
expresan la identidad de nuestra cultura y nuestra forma de observar la
naturaleza, captarla y comunicarla al resto del mundo, la que más fuerzas tenía
eran las provenientes de los indígenas wayuü. Estas danzas se caracterizan por
una combinación de la expresión sensible de lo visual y auditivo en completa
armonía con la expresión corporal. Así el vestuario de la danza corresponde a
colores que representan los componentes de la naturaleza, tales como el negro,
el rojo, el blanco, entre otros muchos colores fuertes. De igual modo la música
de la danza es muy especial, puesto que indica a los bailarines los movimientos
a seguir y el sonido transporta el espíritu humano a las fuentes de esas
expresiones ancestrales, creando un puente entre lo pasado y lo presente en
clave de dimensión se sentido y comprensión de la existencia propia. Así la
corporeidad de la danza se deja llevar por el sonido configurando con los
colores la danza de los espíritus que se apoderan del cuerpo. Tal experiencia
marcó mi vida personal puesto que aquellas danzas eran como un puente entre
nosotros y quienes habían antecedido nuestra historia. Con todo ya comienzo a
desvelar las tres palabras claves que saltan a la vista de quien escribe y
relee el presente texto: auto-manifestación de lo estético,
expresionismo y representatividad.
Es relevante afirmar que mi primera
experiencia estética fue a través de la auto-manifestación de la misma. Esta auto
manifestación está implícita en las obras de arte religioso con las cuales
tenia contacto a diario en el templo y en las expresiones culturales de donde
vivo, las cuales fueron fundamento para elaborar mis propios criterios sobre la
realidad que se me presentaba. Cuando observaba y tenía contacto con una imagen
sacra observaba en ella los mínimos detalles que la constituían, observaba el
acabado de su piel, la forma cómo estaba esculpida su cabellera y la posición
de su cabeza y ojos era relevante para mí. Una de las esculturas, que puedo
catalogar como arte religioso, es la de un cristo
crucificado que se encuentra en la Iglesia, este tiene la particularidad de
que su cuerpo es tallado en madera de cedro y su acabado es en yeso, esta
información técnica acerca del objeto estético la supe gracias al interés que
sentí cuando comencé a indagar la procedencia del mismo, el cual fue hecho en
la santa fe de Bogotá de aquel
entonces y que hace parte de las imágenes del cristo del calvario puesto que su mirada hacia el piso ya me daba a
entender que estaba muerto, por ello era usado siempre en el descendimiento, en
contraste con otro cristo, a mi parecer el que transmitía un mensaje más
profundo, que tenía la cabeza levantada y los ojos mirando al cielo, como
haciendo un reclamo al cielo de su sufrimiento y de la injusticia a la cual
estaba siendo sometido, mientras que aquel otro simplemente aceptaba su muerte.
Este era, cuestiones de religiosidad, el mensaje que recibía, la imagen de un
cristo que no se rinde sino que es capaz de reclamar al cielo por lo que estaba
sucediendo, y de ello aprendí siempre a no resignarme en las cosas, a reclamar
mi espacio vital en el mundo, a reflexionar la vida misma conforma esta pasaba
frente a mí. Por esta razón pienso, que quienes hicieron ambas obras de arte,
tenían dos visiones muy distintas de la fe, uno donde acepta la muerte como en
centro de la fe, al punto que la comunidad recibe este mensaje y hoy en día es
más importante la muerte y exequias de un difunto que la de un niño que nace o
es bautizado, es impresionante ver cómo esta imagen transmite dicho sentir, en
una sociedad en la que semana santa es más concurrida en la pasión y la muerte
que en la resurrección. Aquí la muerte es el final, mientras que en la otra
imagen, aunque sufriente se refleja que el final no es la muerte sino la lucha
por vencerla y renacer a una vida nueva. La imagen sacra entonces como objeto
estético transmite un mensaje existencial, no es estética por ser bella o fea,
sino por toda la carga humana que conlleva.
Una de las épocas en la cual recibí un
gran impacto de la expresión estética, más allá de las expresiones culturales
propias de mi tierra, fue el contacto con otras ciudades tales como Valledupar
y Medellín, en las cuales era de mi gran apreciación las obras de arte esculturales.
En Valledupar obras esculturales representativas de los juglares folclóricos de
la región, me daban a entender que por medio ella se transmite un mensaje
acerca de la construcción de identidad de la región. Principalmente el ritmo
musical del vallenato como expresión cultural propio de la región que actúa
como amalgama entre los miembros de las comunidades. Así estos objetos
estéticos se convierten en mediación entre la libertad e identidad del artista
y aquellos que lo reciben. La región en la que vivo, la Guajira propiamente, se
caracteriza por estar profundamente marcada por el impresionismo, ya que la
expresión artística y folclórica habla de los valores y sentimientos de la
comunidad misma, por ello no se puede pensar nuestro arte sin expresión de lo
existencial a través de lo sensible, el canto y la música, la pintura y el
tejido conforma un todo totalizante que se transmite a cada uno de nosotros
logrando crear puentes de intercomunicaciones por medio de los contenidos existenciales.
Este expresionismo ha sido un componente muy importante en mi vida ya que la
expresión constituye un movimiento ontológico de libertad por medio del cual se
construye el objeto estético y se constituye como ente unificador de la cultura
y nuestra pequeña sociedad. La representatividad del color y la figura ha sido
de igual forma muy importante en mi vida personal, puesto que la actitud estética
que pobremente asumía me llevaba a ver una transmisión del mensaje mediante la representación.
Así fenómenos como el teatro y la danza folclórica de los grupos de mi
municipio también dejaron huella en mi persona. La experiencia estética que
desarrollé entonces siempre ha estado de la mano de esta tres palabras claves,
puesto que la obra de arte para mí no es una mera expresión de buena cultura
sino una manifestación autentica de la existencia humana, para mí una pintura
no es una mera obra de arte, es la captura de un gran espacio temporal en un
pequeño instante que encierra toda una experiencia estética de su creador.
CONCLUSIONES
La Estética como rama de la filosofía,
tiene como base fundamental la interpretación del mensaje que el artista haya
puesto en la obra, ya sea a nivel de folclor, danza, teatro, música y pintura.
Siendo todas ellas expresiones válidas de los objetos estéticos y dignas de un
profundo análisis hermenéutico sobre su significado no sólo artístico e
histórico sino también existencial. Sin embargo parece ser que la obra de arte
que se da en la pintura y en la escultura son los medios mayormente usados para
captar la realidad inmanente del artista y proyectarla hacia la temporalidad. Pareciera
pues que lo estético nos acompaña en el transcurso de nuestra vida, desde el
momento que nacemos estamos rodeados de combinaciones de color, de referencias
comportamentales socialmente aceptadas como “buena educación”, estilos
musicales y expresiones artísticas, todos estos elementos componen el tejido
expresivo de la cultura en la cual aprendemos a apreciar ciertos tipos de artes
como bellos y a ignorar otras expresiones artísticas de otras culturas, o
incluso nos podemos sentir atraídos por ellas. Todas estas manifestaciones del
arte cultural hacen parte de la expresión
del ser humano inserto en un grupo determinado. Por tanto podemos afirmar que
la manifestación de lo estético se da en todas las representaciones de las
bases estructurales de la cultura que asumimos. Por ello no se puede hablar de
estética sin referirse ineludiblemente al arte, y no se puede considerar como
arte sólo aquello que expuesto en un museo, trazado en un lienzo, cantado en
una ópera o interpretado en una filarmónica, sino que por el contrario la
expresión artística es universal, es manifestación misma del ser humano, por
medio de la cual transmite no sólo un mensaje desde sus afectos sino que
expresa allí toda su carga cultural y existencial.
Referencias Bibliográficas
Gadamer,
H. G. (1996). Estética y hermeneutica. (J. F. Zúñiga García, Trad.) Daimon,
Revista Filosófica(12), 5-10. Obtenido de http://revistas.um.es/index.php/daimon/article/view/8311/8081
Heidegger,
M. (1997). Ser y Tiempo (Primera ed.). (J. E. Rivera, Trad.) Santiago
de Chile, Chile: Editorial Universitaria.